Dominio nacional de Marly

Mientras Versalles se transformaba para convertirse en la residencia principal de la Corte, Luis XIV encomendó a Jules-Hardouin Mansart la edificación de un palacio en Marly, sitio elegido para escapar a la estricta etiqueta de la Corte.

Las obras, iniciadas en 1679, estaban ya suficientemente adelantadas en 1686 para permitir la primera permanencia de Luis XIV, quien, hasta el fin de su reinado, no dejó de embellecer el parque, en especial con la creación del Arroyo o Gran Cascada en 1697-98 y el acondicionamiento del Gran Abrevadero de caballos, emprendido en 1698.Con la muerte de Luis XIV terminó la edad de oro de Marly.

Considerado de un mantenimiento demasiado oneroso, el parque fue profundamente modificado durante la Regencia y abandonado durante la Revolución, que en 1799 lo vendió al industrial Sagniel. En 1806 Sagniel, arruinado, demolió el palacio y sus dependencias para vender los materiales. Adquirida por Napoleón un año después, la finca de Marly-le-Roi pertenece desde entonces al Estado.

La originalidad del parque de Marly proviene de que su plano respeta el terreno elegido: un valle encajonado que mira al norte. El jardín se articula en torno a dos grandes ejes, este-oeste y norte-sur, que se cruzan en el Salón Principal del Pabellón Sol, cuya situación y cuya distribución están simbólicamente representadas por un talud y losas de piedra.

Al este, la Verja Real se abre a la Avenida del mismo nombre, que Luis XIV, viniendo de Versalles, recorría para trasladarse al palacio. La Avenida del Belvedere, que hace juego con ella, sube hacia el oeste.

Tras el palacio, al sur, el visitante descubre el Tapiz Verde que desde 1728 reemplaza el arroyo, y el estanque redondo, animado por un gran surtidor en verano, creado en 1930-1932 en el emplazamiento del antiguo Estanque de la Media Luna de los Vientos.

Hacia el norte se suceden el Estanque de los Cuatro Surtidores y el Gran Estanque, realzados por hileras de tejos a lo largo de tres lados. Los bordean las Avenidas de los Pórticos, por el este y el oeste, hasta la terraza del Abrevadero, dotada en 1985 de sendas copias de los célebres Caballos de Marly





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