Discurso del Presidente de la República con motivo de la inauguración de la XXIVA Conferencia de jefes de estado de Africa y Francia

Discurso de Jacques CHIRAC Presidente de la República con motivo de la inauguración de la XXIVA Conferencia de jefes de estado de Africa y Francia.

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Cannes, jueves 15 de febrero de 2007



Señores jefes de Estado,
Señora Canciller, presidenta de la Unión Europea,
Señores jefes de Gobierno,
Señoras y señores jefes de delegación,
Señoras y señores, estimados amigos,


La humanidad ha entrado en una era en la que los destinos de los pueblos están indisolublemente vinculados: un mundo nuevo cuyo futuro no puede disociarse del de África.


Porque África, cuna de la humanidad, es depositaria de tesoros de sabiduría y cultura, que hacen ver la modernidad con otros ojos. África es una demografía excepcional, riqueza y desafío a un tiempo. Son inmensos recursos naturales, portadores de desarrollo, pero que fomentan la codicia. Está dando un gran paso adelante, gracias al dinamismo de sus pueblos, pero también arrastra un lastre heredado de la historia. Son crisis, heridas en el flanco del mundo, de las cuales la comunidad internacional no puede desviar la mirada porque hoy los desórdenes regionales a menudo tienen repercusiones planetarias.


África y el mundo se encuentran ante una encrucijada. Y se formulan esta pregunta esencial: ¿cuál es el lugar de África en la globalización? Una de dos: o la facilidad que se limita al corto plazo y los egoismos salen ganando y África puede, una vez más, ser expoliada, olvidada por la prosperidad, y quedarse aislada en sus dificultades. Sería un inmenso peligro para el mundo.


O superamos el reto del desarrollo y África ocupará plenamente el lugar que le corresponde en la globalización para convertirse en polo de paz y de prosperidad.


Estamos reunidos aquí porque estamos convencidos de que la suerte todavía no está echada. Que África dispone de todas las bazas y de todas las oportunidades. Porque, conscientes de los retos, también sabemos que todo es posible en este mundo, en el que ya no se puede dar nada por sentado, en el que se barajan las cartas sin cesar.


Estamos reunidos aquí porque Francia ama a África, se siente ligada a ella por los compromisos de la fraternidad, de la historia y del corazón. Por lo que a mí se refiere, estoy convencido de dos cosas: la globalización no tendrá éxito sin que África sea fuerte y confiada. Pero los esfuerzos de África quedarían reducidos a nada si el mundo no la apoya en su marcha hacia el futuro.


Por eso me complace especialmente acogerles aquí, en Cannes. Su presencia es testimonio de la excepcional relación entre Francia y África. Me conmueve especialmente porque he ido estrechando, desde hace tiempo, lazos personales con muchos de ustedes y, como lo saben, yo amo y respeto a África.


Con motivo de nuestro último encuentro, la juventud africana había manifestado sus expectativas: el presidente TOURÉ nos describió los esfuerzos desplegados para satisfacerlas y la conferencia de seguimiento de Bamako muestra el éxito de esta empresa. Otros progresos se perfilan. Porque es una África nueva la que toma forma ante nuestros ojos, con la legítima ambición de ocupar el lugar que se merece en el mundo de hoy.



Hace apenas veinte años, más de diez focos de crisis se habían prendido a través del continente. En varios Estados, minados por la inestabilidad, la injerencia extranjera desafiaba las soberanías de los pueblos. Los esfuerzos de mediación balbuceaban.


Hoy, la democracia se instala y ¡cuántos conflictos han sido resueltos! El compromiso de las organizaciones africanas e internacionales da fruto, como en Liberia, Sierra Leona, la región de los Grandes Lagos y, también, para hacer cesar la guerra entre Etiopía y Eritrea, o el conflicto en el sur de Sudán. Muy recientemente, la celebración de elecciones libres en la República del Congo selló la reconciliación de una nación.


La paz no habría podido imponerse sin el vigoroso compromiso de la Unión Africana para condenar los golpes, impulsar el diálogo y la celebración de elecciones regulares. Su creación ha cambiado las cosas. Su ambición arroja una luz nueva sobre las perspectivas políticas y económicas del continente.


Debemos felicitarnos también por la NEPAD, que organiza, moviliza y fija las prioridades. En los años venideros, existirán miles de kilómetros de infraestructuras, nuevos embalses y, el día de mañana, - lo espero -, como un símbolo de la nueva África, el puente entre Kinshasa y Brazzaville.


Gracias a los logros de algunos Estados, que se afirman entre los países emergentes, la imagen de una África pauperizada ya no refleja la realidad: el crecimiento medio del continente supera el 5%. Con los encuentros “Afrique Avenir”, quise poner de relieve estos logros africanos, los de los creadores, empresarios, dirigentes, artistas, fuerzas vivas del continente. Ellos encarnan una África dinámica, totalmente integrada en la marcha del mundo.


La sociedad civil africana se va organizando y tiene cada vez más peso. Espera más equidad, más transparencia, más libertad. Un movimiento se intensifica en pro del respeto de los derechos humanos, el buen manejo del sector público, la solidaridad con los desamparados. Hay que darle respuesta. África pone en ello todo su empeño. La gobernanza financiera, social, y también democrática, confiere estabilidad a las instituciones, permite la evolución sin tropiezos de las sociedades civiles, sin las que no puede haber ni confianza ni crecimiento. Como decía con pocas palabras Kofi ANNAN: “Ni habrá desarrollo sin seguridad, ni seguridad sin desarrollo, ni desarrollo ni seguridad sin respeto de los derechos humanos”.


Gracias a la movilización y los talentos de los africanos, África progresa y participa en el impulso mundial. Pero sigue enfrentándose a desafíos inmensos: políticos, ecológicos, económicos y demográficos.


Desafío político, para empezar. La tragedia de Darfur es su desafortunado testimonio. Admiro el compromiso de todos ustedes en Addis-Abeba. Le honra a África rechazar la fatalidad de esta catástrofe humanitaria que amenaza a toda la región. La comunidad internacional y la Unión Africana han contraído un compromiso. Hago un llamamiento a todos los beligerantes y al gobierno de Sudán para que escuchen su voz. Que acepten el despliegue de una fuerza de paz. Que cesen los ataques, que respeten a las poblaciones civiles y al personal humanitario. Que comprendan que el horror de una política de lo peor es un camino sin salida y que opten por la reconciliación.


Pero se presentan otros desafíos. El desafío ecológico. La crisis ambiental es mundial. África padece más que otros el impacto del cambio climático. Se agrava la desertización, la despoblación forestal, la escasez de suelos cultivables y de recursos hídricos. Por eso propongo a todos los países africanos que apoyen la creación de una Organización de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Los llamo a nuevas acciones ejemplares para preservar las riquezas ecológicas irremplazables de las que son depositarios. Con este enfoque, Francia recomienda prolongar la prohibición de explotar la selva primaria de la República Democrática del Congo durante tanto tiempo como haga falta para que el Estado pueda ejercer plenamente su vigilancia.


Desafío demográfico y económico. La población africana podría duplicarse en el próximo medio siglo. ¿Quién no comprende que al ritmo actual no puede sola garantizarles a tantos nuevos niños la educación, la atención sanitaria, la alimentación y las perspectivas de empleo que tienen derecho a esperar?


Le corresponde a cada país africano decidir su política demográfica. Pero es deber de África y del mundo tomar plena conciencia de lo que está en juego.


Las decisiones económicas serán capitales. África es rica, pero los africanos no lo son. El continente posee un tercio de las reservas minerales del planeta. Es un tesoro. Pero que no debe ser expoliado, ni malbaratado. Para ello, se requiere la cooperación de las empresas y los países más demandadores. Es menester más transparencia e inspirarse en la experiencia del proceso de Kimberley y la iniciativa EITI, a la que se asocian cada vez más africanos.


Es menester construir una economía que no dependa demasiado de las materias primas y su volatilidad incrementando la competitividad del sector agrícola o industrial, desarrollando un sector terciario moderno que se integre en las redes mundiales.


Hay también un lugar para África en la sociedad de la información: las nuevas tecnologías son una de las claves que le permitirán entrar sin dificultades ni dilación en la globalización.


Es necesario, por último, y es ésta una responsabilidad colectiva, velar por que la inserción de África en los intercambios internacionales se lleve a cabo respetando la equidad. Estoy pensando en particular en el algodón. Ya es hora de que los países ricos dejen de subsidiar a sus productores en perjuicio de los del Sahel, para los que este producto es la única fuente de ingresos. Ya es hora de admitir que los países africanos serían los primeros perdedores de la ronda de Doha si pretendiésemos suprimir las ventajas de los países menos adelantados.


Estimados amigos,


Para Francia, África no será nunca un socio como los demás. Desde hace doce años, me he empeñado en que, al tiempo que asume fielmente su herencia histórica, acompañe las evoluciones del continente con un nuevo espíritu. Se trataba de dar un nuevo fundamento a nuestros vínculos en una relación dirigida hacia el futuro, de hacerlos extensivos al conjunto del continente para tomar en cuenta los retos globales.


Todos los dispositivos franceses de cooperación, civil y militar, han sido renovados. Siguiendo un lema: la alianza estratégica. Con dos imperativos: estabilidad y solidaridad.


Francia respeta y seguirá respetando los acuerdos de defensa que la unen a varios países africanos. Ahí donde África y la comunidad internacional se lo pidan, seguirá asumiendo todas sus responsabilidades. Trátese de prevenir crisis o de resolver conflictos, Francia actuará dentro del marco legítimo de los mandatos de la ONU o africanos, como ya fue el caso durante los últimos años en Costa de Marfil, República del Congo o República Centroafricana.


La estabilidad también consiste en velar por la integridad territorial: para Francia es éste un principio esencial. Por eso aportamos nuestro apoyo a Chad o a la República Centroafricana, amenazados por los riesgos que emanan de Darfur. Con este enfoque hemos dirigido, con contingentes de la Unión Europea en 2003, una operación de estabilización en el Este del Congo.


Pero la experiencia nos enseña que la estabilidad de los Estados depende ante todo del calendario democrático y de la regularidad de las elecciones. Las crisis nacen a menudo en escrutinios discutibles, que empañan la legitimidad del ganador. Es necesario fortalecer el estado de derecho. Apoyamos las fuertes convicciones de la Unión Africana a este respecto. Esta es la idea que nos inspira en Costa de Marfil, país que me gustaría ver reencontrar el camino de la sabiduría y del desarrollo, y que había llegado a ser, gracias al sabio impulso del presidente HOUPHOUET-BOIGNY, un auténtico modelo.


Nuestro segundo objetivo es la solidaridad. En el momento en que África se convierte en actor de pleno derecho de la globalización, de ninguna manera podemos escatimar esfuerzos. Francia ha duplicado, desde hace cuatro años, su ayuda a África. En nuestra ayuda bilateral, que aumentará de nuevo para respetar el objetivo fijado del 0,7% del PIB, en 2012, la parte para África seguirá siendo superior a los dos tercios.


Y como prometí en Bamako, acentuaremos la apertura a la juventud africana, especialmente a los estudiantes. Me complace ver que ya son más de 110.000 matriculados en nuestro ciclo de estudios superiores.


Al compromiso directo de Francia se suma la movilización en pro de África en los foros internacionales. Las miradas cambian. África empieza a verse solicitada, incluso cortejada. Me da mucho gusto, porque lucho desde hace años para que se le preste más atención. Desde la iniciativa PPTE sobre la deuda en el G8 de Lyón de 1996 hasta la creación del Fondo Mundial para el Sida en Génova en 2000, pasando por la invitación de dirigentes africanos a KANANASKIS, EVIAN y GLENEAGLES, ¡qué largo el camino recorrido! Ahora, África está en el centro de las agendas internacionales. Le agradezco a la Sra. MERKEL que la mantenga en ese lugar en el próximo G8 en Alemania.


Me congratulo también por el compromiso más determinado de la Unión Europea, sostenido vigorosamente por Francia que, ya en 1995, decidió contribuir con casi un cuarto al 9o FED para mantener el crecimiento de la ayuda para África. Un compromiso que la presidencia alemana de la Unión Europea acaba de confirmar. Una promesa que debe concretarse con la celebración, diferida durante un tiempo demasiado largo, de la Cumbre África-Europa en Portugal este año.


En la Cumbre del Milenio se contrajeron compromisos solemnes a favor de África. Observando que los presupuestos de los Estados desarrollados no bastarían nunca para financiarlos, lancé, hace tres años, estudios sobre financiaciones innovadoras. Empiezan a dar fruto, con la contribución de solidaridad sobre los billetes de avión y UNITAID. Es una solución de sentido común, es la solución del futuro. Pero no es más que una experiencia. Hay que desarrollarla y aplicarla a otros objetivos, como el agua, la gestión forestal, la educación para todos. Con ustedes, Francia y Europa librarán estos combates esenciales para el porvenir del mundo.


Estimados amigos,


Ya lo saben: amo a África y sus territorios, a sus pueblos y sus culturas. Conozco sus necesidades, comprendo sus aspiraciones. Sé que encierra en sí misma un dinamismo excepcional. Confío en su futuro porque estoy convencido de que una nueva África está en marcha. Ojalá nuestra Cumbre de Cannes le demuestre al mundo que a partir de ahora habrá que contar con África.


Muchas gracias.





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