Discurso de don Jacques CHIRAC, Presidente de la República de Francia con motivo de la Conferencia Internacional de París sobre nuevas financiaciones del desarrollo

Discurso de don Jacques CHIRAC, Presidente de la República de Francia con motivo de la Conferencia Internacional de París sobre nuevas financiaciones del desarrollo


Palacio del Elíseo, Martes 28 de febrero de 2006

Señor Secretario General de las Naciones Unidas, estimado Kofi Annan,
Señor Presidente de la Unión Africana, estimado Denis Sassou Nguesso,
Señor Presidente de la República de Malí, estimado Amadou Toumani Touré,
Estimada señora Graça Machel, gracias por su presencia. Le ruego acepte mi más respetuoso saludo y transmita al Presidente Mandela nuestro afecto unánime y respetuoso.
Señor Presidente de la Organización Francófona Mundial, estimado Abdou Diouf.
Señoras y señores ministros,
Señoras y señores,

La globalización ha revolucionado el orden internacional.

La liberalización de los intercambios y las inversiones, los avances de la ciencia y la técnica, brindan al mundo un ciclo de crecimiento excepcional por su amplitud y duración.

En Asia y Latinoamérica, el progreso económico libera del yugo de la pobreza a cientos de millones de mujeres, hombres y niños. Se afirman naciones y regiones enteras. Se perfila una nueva geografía del poder.

Sin embargo, aunque la riqueza global mantiene un crecimiento constante, la tercera parte de la humanidad sigue sobreviviendo con menos de un euro al día y media humanidad con menos de dos euros diarios. El desarrollo actual de la globalización no reduce esa desigualdad sino que la acentúa. El crecimiento demográfico, concentrado en las zonas más desfavorecidas, agrava el fenómeno. Más que cualquier otro, el continente africano, que permanece marginalizado en los intercambios internacionales y está confrontado a una acumulación de obstáculos, soporta el peso de ese desequilibrio; un desequilibrio que va en contra de la moral más elemental, que amenaza seriamente la paz y estabilidad mundial. Sería irresponsable hacer como si no existiera y quedarse sin actuar.

Durante años, ha prevalecido la ilusión de que la globalización económica bastaría para resolver todos los problemas del desarrollo, pero la comunidad internacional admite por fin que la solidaridad es indispensable.

Deseo rendir un profundo y especial homenaje al Secretario General de las Naciones Unidas por su acción infatigable, eficaz e inteligente. Gracias a él, y desde la Cumbre del Milenio, la comunidad internacional dispone de una estrategia común de lucha contra la pobreza y las calamidades que la acompañan. Una estrategia que ha contado siempre con el apoyo de Francia, y que se basa en la lógica del partenariado y no en el desfasado modelo de la asistencia. Rindo homenaje a esas grandes voces del Sur que son el presidente Lula, cuyo mensaje ha calado hondo en nuestro corazón, el presidente Lagos, los promotores africanos de la NEPAD, porque han conseguido hacer avanzar la consciencia internacional.

Tras haberse reducido durante decenios, la asistencia pública para el desarrollo vuelve por fin a aumentar. Se ha condonado la deuda multilateral de los países pobres por decisión del G8, en Gleneagles; Europa y otros grandes donantes se han comprometido a adjudicar a la solidaridad internacional, de aquí a 2010, 50.000 millones de dólares más al año, la mitad para África. Los países desarrollados reconocen por fin que permanecer impasibles no es, en ningún caso, una solución.

Sin embargo, todos sabemos que ese esfuerzo será insuficiente dada la amplitud de las necesidades. Todos lo sabemos. Según las Naciones Unidas, hay que aumentar la asistencia pública para el desarrollo a unos 200.000 millones de dólares anuales de aquí a 2015, frente a los 65.000 millones actuales, si queremos cumplir los Objetivos del Milenio.

Los retos son de tal magnitud, que la asistencia pública para el desarrollo tradicional resulta insuficiente. Dado que procede de los presupuestos de los Estados, que siempre adolecen de falta de dinero, es además aleatoria.

La solución estriba en nuevos mecanismos de financiación que permitirán movilizar una parte del fruto de la globalización. Las sumas necesarias pueden parecer importantes, pero son ínfimas si se comparan con los 40 billones de dólares del PNB mundial o los 8 billones de dólares que representa cada año el comercio internacional.

Son muchas las opciones posibles: contribuciones internacionales de solidaridad, IFF, loterías internacionales, facilitación de las remesas de los emigrantes, partenariados de origen público-privado. Francia considera todas esas posibilidades con una actitud constructiva. Por eso, participaremos en las próximas semanas en la creación de una facilidad financiera internacional para la vacunación. Deseo expresar mi satisfacción por el acuerdo celebrado ayer con el Reino Unido al respecto. Esta política de solidaridad entraña un nuevo enfoque de la cooperación internacional, un nuevo concepto de las relaciones entre el Norte y el Sur.

Gracias a estas contribuciones, vamos a extender la base de la solidaridad movilizando una parte de las nuevas riquezas generadas por la globalización, que escapan en gran parte a la fiscalidad de los Estados. Vamos a movilizar técnicas de vanguardia de la economía moderna para ponerlas al servicio de los más pobres. Vamos a superar la línea de demarcación entre el Norte y el Sur en aras de un espíritu de solidaridad y responsabilidad globales. Ese es el sentido del compromiso de Francia y del centenar de países que asisten a la Conferencia de París sobre nuevas financiaciones del desarrollo.

Esta movilización es excepcional en varios aspectos.

Excepcional por la diversidad de sus promotores, jefes de Estado y de Gobierno, representantes de las instituciones internacionales competentes, ONG de todos los continentes, empresas y mecenas conscientes de sus responsabilidades.

Excepcional también por la rapidez con la que tales propuestas se han impuesto en el debate, impulsadas por el grupo presidido por Jean-Pierre Landau. Propuestas que se consideraban hasta hace muy poco totalmente irrealistas e incluso un tabú en algunas organizaciones internacionales, pero que hoy se debaten en todos los grandes foros multilaterales: el G8, las Naciones Unidas, las instituciones de Bretton Woods, la Unión Europea o la Unión Africana. Aplaudo el camino recorrido desde hace dos años, un camino marcado por las decisivas reuniones de Ginebra y Nueva York en 2004 y Nueva York en septiembre de 2005. Gracias, Señor Secretario General.

Debemos hacer que ese movimiento sea irreversible. Ha llegado el momento de franquear una nueva etapa, de avanzar en la aplicación de proyectos concretos.

Por eso, sin esperar más, Francia ha decidido poner en práctica, de modo experimental y como un primer paso, una primera contribución de solidaridad sobre los billetes de avión. Es un mecanismo sencillo y neutro desde el punto de vista económico, que permitirá recaudar, a partir del próximo 1 de julio, más de 200 millones de euros al año en lo que respecta a Francia.

Rindo homenaje a todos los países, la mayoría son del Sur, dicho sea de paso, que han decidido comprometerse en esta vía y estudiar por sí mismos la aplicación de tales mecanismos. Apelo a todas las naciones que están representadas hoy en París, y en primer lugar a los países de la OCDE y de la Unión Europea, para que se unan a ellos en esta política de futuro. Conseguiremos así reunir rápidamente las sumas indispensables para cumplir los Objetivos del Milenio.

También debemos trabajar juntos para utilizar correctamente esos recursos adicionales. Si queremos cambiar el curso de las cosas, debemos unir nuestro esfuerzo, administrar juntos esos medios concentrándolos en objetivos bien definidos.

Partiendo de ese principio, propongo que la contribución de solidaridad sobre los billetes de avión se asigne a una «facilidad internacional de compra de medicamentos» para combatir las pandemias del sida, la tuberculosis y la malaria, que fustigan los países en desarrollo.

La elección se impone porque la experiencia demuestra que hoy sabemos combatir con eficacia esas enfermedades que arruinan los esfuerzos de desarrollo de los países del Sur.

La elección se impone porque los obstáculos de la última reconstitución del Fondo Mundial han demostrado que existe una necesidad imperiosa de contar con recursos estables y previsibles a la vez.

La elección se impone también porque el acceso a los medicamentos y a la atención sanitaria para todos, en los países pobres, está ahora al alcance de la mano.

El debate internacional sobre la propiedad intelectual, la competencia de los genéricos, las políticas diferenciadas de precios de los laboratorios propietarios de patentes, han conseguido reducir a la centésima parte el costo de algunos medicamentos antirretrovirales. Podemos consolidar esos logros si establecemos una cooperación a largo plazo entre la industria y la comunidad internacional basada en financiaciones estables. Gracias a esa política, resolveremos al mismo tiempo dos grandes problemas:

- por una parte, el costo de los medicamentos que, incluso cuando se reduce a una fracción de los precios practicados en el Norte, sigue siendo prohibitivo para quienes sobreviven con un euro al día y no disponen de ningún sistema de seguridad social;

- por otra, la ausencia de un mercado solvente para los medicamentos contra las pandemias que fustigan a los países más pobres, ausencia que se concreta hoy en una carencia patente de capacidad de investigación y producción farmacéutica.

Para que este proyecto logre su plena dimensión, deberá integrarse en una estrategia más global de consolidación de los sistemas sanitarios. Por eso, he previsto proponer en el G8 de San Petersburgo una iniciativa que permita acelerar la aplicación de mecanismos de seguro de enfermedad adaptados a las realidades económicas y sociales de los países más pobres.

Señoras y señores,

Hemos recorrido un largo camino desde hace dos años. Pero sin embargo, apenas si estamos al principio del trayecto y hay que acelerar. Las contribuciones de solidaridad de las que hablamos hoy tienen valor de ejemplo, de experiencia, pero son sólo las primeras experiencias. Tenemos que ir más deprisa y llegar mucho más lejos, porque cada año que pasa se pierden millones de vidas, y cada paso que damos se convierte en vidas que recuperan su dignidad, en nuevas perspectivas para la paz, para la estabilidad mundial, victorias de la esperanza.

Esa es nuestra responsabilidad hoy. Gracias por haber aceptado la invitación de Francia. Gracias por aportar a esta causa justa, la fuerza de su compromiso, su generosidad y el apoyo de las naciones que representan.






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