Discurso del Presidente de la República Francesa con motivo de la inauguración del Museo del Quai Branly.

Discurso de Jacques CHIRAC, Presidente de la República Francesa, con motivo de la inauguración del Museo del Quai Branly.


París, Martes 20 de junio de 2006

Señor Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas, estimado Kofi ANNAN,
Señor Secretario General de la Organización Internacional de la Francofonía, estimado Abdou DIOUF,
Señores Primeros Ministros,
Señoras y Señores Ministros,
Señoras y señores, estimados amigos,

Siento una gran alegría y una profunda emoción al inaugurar hoy con ustedes, venidos de todo el mundo, el Museo del Quai Branly. Les agradezco muy cordialmente que hayan aceptado mi invitación porque creo que se trata de un acontecimiento de gran alcance cultural, político y moral.

Esta nueva institución dedicada a las otras culturas será, para quienes la visiten, una incomparable experiencia estética así como una lección de humanidad indispensable en la época en que vivimos.

En un momento en que en el mundo se produce la mezcla de naciones como nunca en la historia, había que imaginar un lugar original que rindiera justicia a la infinita diversidad de las culturas, un lugar que mirara de otra forma el genio de los pueblos y civilizaciones de África, Asia, Oceanía y las Américas.

En nombre de ese sentimiento de respeto y reconocimiento, decidí en 1998, en sintonía con el Primer Ministro, el Sr. Lionel JOSPIN, la creación de este museo. Se trataba de que Francia rindiera homenaje a pueblos que han sido maltratados con demasiada frecuencia en el transcurso de la Historia. Pueblos brutalizados, exterminados por conquistadores ávidos y crueles. Pueblos humillados y despreciados, a los que incluso se llegaba a negar que tuvieran una historia. Pueblos que con frecuencia siguen marginados, fragilizados, amenazados por el avance inexorable de la modernidad. Pueblos que quieren que se restaure su dignidad.

Esa fue la intención con la que elaboramos en Ginebra una declaración sobre los derechos de los pueblos autóctonos que reviste suma importancia, como lo sé, para el Secretario General de la ONU, Kofi ANNAN, y para mi amiga Rigoberta MENCHU TUM. Por ello celebré, estimada Eliane TOLEDO, la elección de su esposo a la Presidencia de Perú. Por ello, Señor Primer Ministro, estimado Paul OKALIK, le visité en Nunavut en el año1999 con nuestro amigo Jean CHRÉTIEN.

Nuestra actitud se centra en el rechazo del etnocentrismo, esa pretensión insensata de Occidente de querer sentirse el único portador del destino de la humanidad. Es un rechazo de ese falso evolucionismo que pretende que algunos pueblos están como paralizados en un estado anterior de la evolución humana, que sus culturas denominadas «primitivas» sólo son objetos de estudio para el etnólogo o, como mucho, fuentes de inspiración para el artista occidental.

Son prejuicios absurdos e inadmisibles. Hay que combatirlos porque no existe ni jerarquía entre las artes, ni tampoco entre los pueblos. Esa convicción, esa igualdad de dignidad entre las culturas del mundo, es el primer fundamento del Museo del Quai Branly.

Deseo rendir hoy homenaje a sus inspiradores, entre los cuales el primero el llorado Jacques KERCHACHE. Con él, en 1992, cuando se celebraba en todas partes el quinto centenario del Descubrimiento de América, decidimos juntos organizar una gran exposición en París dedicada a las civilizaciones de las Grandes Antillas, y más particularmente a los indios taínos de origen arawak, el pueblo que acogió a Cristóbal COLÓN en el umbral de las Américas antes de ser aniquilado. También debemos a Jacques KERCHACHE las admirables salas del Pabellón de Sesiones en El mismo Louvre.

Deseo expresar mi más caluroso agradecimiento a todas las personas que han contribuido en la realización del Museo del Quai Branly y que se han superado para que todo esté listo a tiempo.

Jean NOUVEL, Gilles CLÉMENT y sus equipos, que nos ofrecen un edificio de una arquitectura perfectamente lograda, respetuosa para con el visitante, el entorno, las obras y las culturas que las han inspirado.

Germain VIATTE y los conservadores, cuya magnífica presentación museográfica cruza los itinerarios y va más allá de la oposición ficticia entre enfoque estético y etnográfico, invitando al visitante a saborear el placer del descubrimiento y la sensibilidad para que abra la mirada y amplíe sus horizontes.

Stéphane MARTIN y sus colaboradores, que dan vida a esta original institución y sabrán convertirla en un polo incontestable de enseñanza, investigación y diálogo, un lugar de creación contemporánea que dará fe de la vitalidad de las culturas a las cuales está dedicado. Vitalidad atestiguada por los magníficos techos del arte arborigen australiano.

Expreso también mi profunda gratitud a todos los mecenas que han acogido favorablemente y sostenido el proyecto con tanta generosidad.

El Museo del Quai Branly será, sin lugar a dudas, uno de los museos más importantes dedicados a las artes y civilizaciones de África, Asia, Oceanía y las Américas, con una colección de casi 300.000 objetos que incluyen obras excepcionales, como ese palo heráldico de la Colombia Británica o la espléndida escultura monumental Djennenke, procedente del altiplano de Bandiagara, en Malí.

Pero es mucho más que un museo. Al mulitiplicar los puntos de vista, tiene la ambición de restituir con toda su profundidad y variedad, las artes y civilizaciones de todos esos continentes. Desea, de esta forma, suscitar en el público más amplio otra mirada, más abierta y respetuosa, que disipe las nubosidades de la ignorancia, de la condescendencia o de la arrogancia que en el pasado alimentaron tan frecuentemente la desconfianza, el desprecio o el rechazo.

Lejos de los estereotipos de lo salvaje o primitivo, quiere hacer entender el valor eminente de esas culturas diferentes, a veces sumergidas, con frecuencia amenazadas, esas «flores frágiles de la diferencia» evocadas por Claude LEVI-STRAUSS, que debemos preservar a toda costa.

Los denominados pueblos «originarios» tienen una gran riqueza: su inteligencia, su cultura y su historia. Son depositarios de sabidurías ancestrales, de una imaginación refinada poblada de maravillosos mitos, de expresiones artísticas de mucha categoría cuyas obras maestras nada tienen que envidiar a las más bellas producciones del arte occidental.

Al mostrar que existen otras formas de actuar y de pensar, otras relaciones entre los seres, otro modo de relacionarse con el mundo, el Museo del Quai Branly celebra la frondosa, fascinante y magnífica variedad de las obras del hombre. Proclama que ningún pueblo, ninguna nación, ninguna civilización puede agotar o resumir todo el genio humano. Cada cultura lo enriquece con su aportación de belleza y verdad, y sólo a través de sus expresiones siempre renovadas se percibe la universalidad que nos reúne.

Esa diversidad es un tesoro que debemos preservar hoy más que nunca. Por la globalización, la humanidad vislumbra la posibilidad de unirse, sueño secular de los utopistas convertido hoy en la promesa de nuestro destino. Pero, al mismo tiempo, la normalización gana terreno con el desarrollo planetario de la ley del mercado. Sin embargo, ¿quién no ve que una globalización que lleve a la uniformación sólo va a exacerbar las tensiones en materia de identidad, con el consiguiente riesgo de provocar incendios mortales? ¿Quién no presiente una nueva exigencia ética frente a los interrogantes tan desconcertantes que entraña el rápido desarrollo de los conocimientos científicos y de nuestras realizaciones tecnológicas? Ahora que buscamos a tientas un modelo de desarrollo capaz de proteger nuestro medio ambiente, ¿quién no busca otra forma de mirar al hombre y a la naturaleza?

Ese es también el reto de este museo. Alzar frente al poder sin color y amenazante de la uniformidad la infinita diversidad de los pueblos y de las artes. Proponer la imaginación, la inspiración y el sueño contra la tentación del desencanto. Dar a conocer esas interacciones, esa colaboración de las culturas, descrita por Claude LEVI-STRAUSS, que entreteje sin cesar los hilos de la aventura humana. Promover contra el enfrentamiento de las identidades y de las lógicas del encierro y del gueto, la exigencia de la separación de las divisiones, de la apertura y de la comprensión mutua. Reunir a todas aquellas y aquellos que, en el mundo entero, se afanan en hacer progresar el diálogo de las culturas y de las civilizaciones.

Francia asume plenamente ese anhelo. Lo manifiesta incansablemente en todos los foros internacionales, poniéndolo en el centro de los grandes problemas del mundo. Lo hace con ardor y convicción porque corresponde a su vocación, la vocación de una nación amante desde siempre de la universalidad y que ha ido aprendiendo sin embargo, a lo largo de una historia tumultuosa, el valor de la alteridad.


Señoras y señores,

Hoy más que nunca, el destino del mundo está en eso: en la capacidad de los pueblos de mirarse unos a otros con unos ojos ilustrados, de abrir el diálogo entre sus diferencias y culturas de modo que la humanidad se reúna en su infinita diversidad entorno a los valores que la unen.

Ojalá que el visitante, al pasar el umbral del Museo del Quai Branly, se sienta embargado por la emoción y la admiración. Ojalá tome conciencia de ese saber insustituible y se convierta, a su vez, en portador de este mensaje, un mensaje de paz, de tolerancia y de respeto a los demás.

Muchas gracias.





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