Discurso con motivo de la apertura de la Conferencia de Embajadores.

Discurso del Sr. Jacques Chirac, Presidente de la Republica de Francia, con motivo de la apertura de la Conferencia de Embajadores.

Palacio del Eliséo, Paris, Lunes 28 de Agosto de 2006.

Señor Primer Ministro,
Señor Presidente del Senado,
Señor Presidente de la Asamblea Nacional,
Señor Ministro de Asuntos Exteriores,
Señoras y señores ministros,
Señoras y señores parlamentarios,
Excelentísimas señoras y excelentísimos señores embajadores,

Me cabe el placer de recibirles en el Palacio del Elíseo para inaugurar la Conferencia de Embajadores, que se celebrará bajo dirección del Sr. Douste-Blazy y de los miembros del Gobierno que le asisten en su cometido.

En momentos en los que los retos nacionales e internacionales están cada vez más relacionados entre sí, Francia sabe que puede contar con ustedes :

- para transmitir en todos los continentes y en todos los frentes los valores universales de nuestra República, el compromiso de nuestro país en pro de la paz, de los derechos humanos, de la solidaridad y la igualdad de dignidad entre las culturas.

- para servir a una Francia emprendedora, exportadora, creativa e innovadora, una Francia que tiene su puesto en la globalización.

- para prestar ayuda a nuestros compatriotas en los momentos difíciles. Deseo rendir hoy un homenaje particular a todos cuantos han participado en las operaciones humanitarias en el Líbano.

Oriente Próximo despierta una vez más la conciencia universal. En el espacio de unos días hemos visto el Líbano devastado y su pueblo herido; quince años de esfuerzos reducidos a la nada. Israel sufría al mismo tiempo la vulnerabilidad, que ha reavivado antiguos miedos. Unas semanas antes, se cerraban para el pueblo palestino las puertas de la esperanza. En ambos casos, las provocaciones irresponsables y las reacciones que engendraron han llevado a toda la zona al borde del abismo.

El funesto encadenamiento de los hechos demuestra que las situaciones son complejas y que guardan relación. Israel aspira a la seguridad, Líbano tiene sed de libertad, el pueblo palestino clama justicia. Pero todos observamos que, en Oriente Próximo, las líneas de fractura tienen puntos comunes y las crisis se adicionan. El interminable conflicto israelo-palestino nutre la incomprensión de un orden mundial que tolera la injusticia. Los efectos de la inestabilidad de Irak y las tensiones del Golfo Pérsico se reflejan en Oriente Próximo. Varios grupos radicales quieren ejercer un derecho de veto contra la paz. El Líbano, en su formidable diversidad, concentra en sí mismo los golpes que los protagonistas no se atreven a infligirse. Y más allá de esos enfrentamientos, se vislumbra un peligro mayor, el del divorcio de los mundos, Oriente contra Occidente, islam contra cristiandad, ricos contra pobres.

Francia se ha movilizado en el fragor de las armas para detener la escalada de la violencia. La resolución 1701, elaborada a instancia de nuestro país y adoptada por unanimidad, ha conseguido poner término a los combates. El texto propone además el marco para lograr una solución duradera basada en la seguridad de Israel y en la soberanía del Líbano en todo su territorio. Cada cual debe asumir sus responsabilidades: la alternativa se plantea entre la vuelta a las hostilidades, que abriría un foso infranqueable entre dos pueblos vecinos, o la opción política de una solución global y duradera. Está en juego el futuro del Líbano y la seguridad de Israel, y también la estabilidad de toda la zona.

El Gobierno de Fuad Siniora ha tomado ya la valiente decisión de desplegar el ejército libanés en el sur del país. La resolución incluye un proceso que debe desembocar en el desarme de las milicias y la solución de los problemas fronterizos, incluido el de las granjas de Chebaa. Corresponde al Secretario General de las Naciones Unidas iniciar este proceso político. Pido a Israel que levante ahora el bloqueo que penaliza gravemente a la economía libanesa e impide que se avance en la vía de la normalización.

Francia asume sus responsabilidades. He decidido un refuerzo sustancial de nuestro compromiso en la FINUL. Nuestros equipos ya se han desplazado para reconstruir las principales infraestructuras, reparar los daños ecológicos y aportar ayuda humanitaria. Pido un gran impulso de solidaridad en el marco de una conferencia internacional que Francia está preparando. Pero nada es posible si no se cuenta con la participación de todos los países de la zona. Precisamente porque Líbano ha sido escenario de sus enfrentamientos durante demasiado tiempo, todos deben entender que les conviene contar con un Líbano soberano e independiente, en el que sólo el Estado ejerza su autoridad en todo el territorio. Es la mejor garantía para sus legítimos intereses, especialmente en cuestión de seguridad.
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Esta crisis, de una índole sin precedentes, es el resultado de otras no resueltas. El conflicto israelo-palestino concentra toda la incomprensión entre los mundos, la impresión de que los grandes principios no significan lo mismo en todas partes. Sin embargo, todos conocen el camino de la solución. Existe un consenso, incluso entre Israel y los palestinos, sobre la coexistencia de dos Estados que vivan en paz y con seguridad, pero han perdido la confianza recíproca.

El reto estriba en restablecer esa confianza para reanudar la acción diplomática. Incumbe a las partes definir los criterios de una solución. Pero la clave se encuentra en el compromiso de la comunidad internacional. Nos corresponde a nosotros ayudarles para que superen los obstáculos, garantizando la paz una vez que hayan trazado el camino.

Bien es cierto que las circunstancias no son las mejores. Hamás no ha sacado todavía las consecuencias de su entrada en la vía política al aceptar el cese de la violencia, el reconocimiento de Israel y los acuerdos de Oslo. Pero el presidente Abbas encarna el compromiso del pueblo palestino a favor de una paz negociada, y el primer ministro Olmert ha colocado la negociación en la primera línea de sus opciones.

Por consiguiente, nada debería obstaculizar el restablecimiento del diálogo. Los Estados árabes moderados, que confirmaron un profundo cambio de actitud respecto a Israel durante la cumbre de Beirut en 2002, tendrán un papel esencial.

Resignarse al statu quo supone correr el riesgo de entrar en un engranaje incontrolable de violencias. Israel aspira legítimamente a la seguridad, pero la seguridad va de par con la justicia. La seguridad de Israel es indisociable de la creación de un Estado palestino con fronteras seguras y viables. Pero la concreción de los derechos legítimos de los palestinos no puede justificar ni la intolerable negación de la existencia de Israel ni el recurso al terrorismo.

En tales condiciones, es indispensable restablecer inmediatamente el proceso diplomático, y para ello pido una rápida reunión del Cuarteto.
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El reto de la paz y de la seguridad incumbe también a Irán y a Siria.

Irán no encontrará la seguridad si desarrolla programas clandestinos, sino con su plena inserción en la comunidad internacional. Exhorto una vez más a Teherán a que haga lo necesario para crear un clima de confianza. Siempre hay sitio para el diálogo. Irán es un gran país, pero el reconocimiento de su papel lleva pareja una obligación: disipar las aprensiones y trabajar en pro de la estabilidad de la zona, como corresponde a un gran país responsable.

En cuanto a Siria, debe abandonar su actitud de encierro. Es un país llamado a recuperar su puesto en la mesa de las naciones respetando la legalidad internacional y la soberanía de sus vecinos. Oriente Próximo necesita contar con una Siria activa, al servicio de la paz y la estabilidad de la zona.
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Excelentísimas señoras y excelentísimos señores embajadores,

Más que en la historia de nuestras guerras y reconciliaciones, la construcción europea es plenamente legítima en los grandes retos que nos plantea el presente. Los pueblos volverán a sentirse concernidos por Europa si ésta se afirma por su capacidad de propuesta y de acción frente a los desórdenes mundiales, si sabe dar respuesta a la globalización.

El futuro del proyecto europeo depende hoy de que Europa sepa ser un actor político de referencia.

Ser un actor capaz de nutrir un diálogo constructivo con los principales centros del mundo. Para eso es necesario que los europeos se liberen de sus inhibiciones y hablen con sus socios de los intereses objetivos de nuestro continente. Debe, en particular, tomar más en cuenta la emergencia de China, adonde iré dentro de unas semanas.

Ser un actor capaz de poner su fuerza al servicio de la paz. Europa ha estado demasiado ausente de la crisis libanesa, aunque Francia recomendó en varias ocasiones que se otorgara poder al Alto Responsable para que hablara y actuara en nombre de los veinticinco, como ocurrió en la cuestión iraní. Tenemos tanto más fundamento para ello cuanto que Europa ha dejado patente su capacidad de compromiso en Macedonia, Bosnia-Herzegovina, Aceh y la República Democrática del Congo.

Nos espera un gran desafío en los Balcanes occidentales, donde la Unión Europea se ha comprometido a acompañar a Kosovo en su trayectoria hacia el estatuto definitivo. Debe prepararse a relevar a la OTAN, según el modelo de lo emprendido en Bosnia. Francia participará en el proceso.
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Con este compromiso, la Unión Europea aportará su plena contribución a la solidaridad transatlántica, que es uno de los elementos constituyentes de nuestra seguridad. Dentro de unas semanas se celebrará en Riga la cumbre de la OTAN. Queremos que ese encuentro tenga éxito y que marque un nuevo hito en la adaptación de la Alianza.

Conseguiremos ese resultado preservando la legitimidad de la OTAN en tanto que organización militar garante de la seguridad colectiva de los aliados europeos y norteamericanos. Pensar que la Alianza debe participar en tareas no militares, en partenariados a la carta, en aventuras tecnológicas o en una ampliación mal preparada sólo puede desviarla de su vocación.
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Afirmar la identidad europea en la globalización, como desean nuestros conciudadanos, es afrontar el reto de la innovación, la competitividad y el empleo. Gracias a reformas decididas, nuestro país vive hoy, al igual que Alemania, una mejoría notable del crecimiento y del empleo.

Consolidemos esa tendencia avanzando en la Europa de los proyectos para garantizar de modo sostenible la seguridad energética de nuestro continente y hacer frente al desafío del cambio climático. Después del G8 de San Petersburgo, ése será uno de los temas del Consejo Europeo que se celebrará en octubre, en Finlandia. También es un objetivo principal de las negociaciones entabladas sobre el futuro del régimen internacional de lucha contra el cambio climático para después de 2012.

Responder a la globalización es combatir la mafia de la inmigración ilegal junto a los países de origen y tránsito, según nos comprometimos en Rabat. Es ocuparnos al mismo tiempo de las causas profundas del fenómeno ayudando a África a avanzar por la vía del desarrollo para que pueda ofrecer a sus jóvenes un futuro digno.

Gracias a las reformas iniciadas en África y a nuestra colaboración, el crecimiento africano se acelera y rozará este año el 5 %. Europa debe comprometerse plenamente y aportar nuevos recursos para consolidar esa evolución decisiva para nuestro futuro común. Francia encabeza ese movimiento al aumentar la ayuda pública al desarrollo del 0,3 % de su PIB en 2001 al 0,5 % en 2007, y con su combate a favor de financiaciones innovadoras y adicionales.

Responder a la globalización es lograr la ampliación que extienda la paz, la democracia y la prosperidad en todo nuestro continente. Se han adoptado compromisos y se cumplirán. Pero no dejemos que ese proceso se lleve a cabo como si fuera una fatalidad. Debe ser controlado, entendido y aceptado por los pueblos. Ese es el objetivo del debate sobre la capacidad de absorción de la Unión solicitado por Francia y que debemos realizar durante la presidencia finlandesa.

La ampliación acentúa la cuestión de la expresión democrática en las instituciones de la Unión. Confiamos en la presidencia finlandesa para volver a colocar ese tema en el centro del debate sobre las instituciones, en la perspectiva de la presidencia alemana de la Unión, en 2007 durante la cual se celebrará el cincuenta aniversario del Tratado de Roma y de la presidencia francesa, en 2008.

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La crisis de Oriente Próximo ha demostrado una vez más que la ONU tiene un papel crucial en la acción internacional.

En Nueva York, en la apertura de la Asamblea General, insistiré en la necesidad de reformar las Naciones Unidas y ampliar en particular el Consejo de Seguridad, para confortar a largo plazo la capacidad de asumir la responsabilidad al servicio de la paz y la seguridad que le encomienda la Carta.

También tendré la oportunidad de reafirmar que no hay justicia ni estabilidad sin solidaridad, y proseguiré mi combate a favor de la solidaridad internacional con la creación de UNITAID.
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África sigue estando en el centro de nuestra acción en pro de un mundo más justo y más solidario. Pero la nueva situación, de la que hablaba anteriormente, sigue siendo frágil, amenazada por los conflictos que existen todavía en el continente.

En Costa del Marfil, la única salida a la crisis es convocar elecciones abiertas y sinceras, con listas electorales renovadas. Ese es el sentido del compromiso del Consejo de Seguridad y de la Unión Africana, que deben hacer oír la voz de la razón.

En el conflicto de Darfour, Sudán debe aceptar el despliegue de la operación de la ONU, secundada por la Unión Africana. Hay que terminar con esa tragedia que desestabiliza a toda la zona. Francia participa plenamente en las acciones humanitarias y sostiene la fuerza africana AMIS.


En la República Democrática del Congo, Francia y la Unión Europea sostienen localmente las elecciones en curso. Francia pide a todos los interlocutores que respeten el veredicto del pueblo congoleño, que se ha expresado claramente a favor de la paz y la reconciliación nacional. Ya no es hora que de hablen las armas, sino de iniciar un proceso de estabilidad, de paz y de crecimiento.

Conjurar el peligro del divorcio entre los mundos es también trabajar para preservar la diversidad cultural y fomentar el diálogo entre civilizaciones. Ese es el mensaje que transmitiré dentro de unas semanas, en Bucarest, en la cumbre de la Francofonía.

Señoras y señores,

Francia ocupa en Europa y en el mundo un puesto singular por los valores que representa, por el proyecto que lleva consigo, por la esperanza que encarna.

Debemos utilizar esa capacidad única de influencia y acción para conjurar los peligros, valorar las inmensas ventajas de nuestro país en la globalización y construir para nuestros hijos un mundo más seguro, más justo y más solidario.

Muchas gracias.





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