CONFERENCIA DE PRENSA CONJUNTA DE JACQUES CHIRAC, PRESIDENTE DE LA REPUBLICA, Y DE SILVIO BERLUSCONI, PRESIDENTE DEL CONSEJO DE MINISTROS DE LA REPUBLICA ITALIANA, CON MOTIVO DE LAS XXIVAS CONSULTAS FRANCOITALIANAS

- PALABRAS DE CHIRAC -

- FRAGMENTOS -

Paris, 04 de octubre de 2005

(...)
Pregunta.- Señor Presidente, Europa no va bien. Usted mismo ha dicho que sus pueblos son mayoritariamente euroescépticos. ¿Es adecuado recurrir a Bruselas para problemas de gestión en empresas públicas o privadas cuando Bruselas se ha declarado incompetente y ha recordado las limitaciones a las que está sometida?

Respuesta.- Habla usted, no sin razón (nosotros también lo hemos hecho), de cierto desinterés sobre Europa por parte de los ciudadanos y ciudadanas de los países europeos en general, que lo manifiestan de diversas maneras. Probablemente, lo primero que debamos hacer es preguntarnos de dónde viene ese desinterés. (...) Entre los motivos de decepción o de preocupación está el hecho de que los ciudadanos sienten, al menos así es en Francia pero también en otros países, que la Comisión no defiende con la suficiente convicción y energía sus intereses, especialmente los intereses europeos y, dentro de ellos, los intereses económicos y, en consecuencia, los resultantes problemas sociales.

¿Acaso es legítimo y normal que la Comisión se desentienda de un problema como el que ha mencionado usted: frente a una importante multinacional implantada en Europa, con una parte de mercado nada desdeñable aquí, que genera mucho dinero, que logra beneficios considerables y cuyas decisiones tienen importantes repercusiones a nivel social, Europa, la Unión Europea, es decir, en realidad la Comisión Europea considera que no le incumbe, que no tiene nada que decir al respecto? Esta es una de las razones que explican que los ciudadanos desaprueben a Europa.

Más allá de lo que hablaba el señor Berlusconi sobre las políticas monetarias y los problemas que suponen para el crecimiento en países como Italia, Francia, Alemania y otros, no es normal. La vocación de Europa y sus instituciones es también, y sobre todo, defender a Europa, defender los intereses económicos, financieros y sociales de Europa.

Voy a poner otro ejemplo de la misma índole: el de las negociaciones en la OMC. Como sabemos, se trata de negociaciones de crucial importancia para que el comercio internacional se pueda desarrollar, algo absolutamente deseable, pero no evitando las reglas. Los europeos sienten que, frente a un conjunto americano que defiende con feroz determinación sus intereses y que, hay que decir las cosas como son, no ha variado un ápice su postura en los ámbitos que le incumben, y frente a los países emergentes que también defienden, con razón, sus propios intereses, a menudo en detrimento de los países más pobres y, en particular de los países africanos, nuestro representante es una Comisión que avanza a fuerza de hacer concesiones y no parece defender los intereses de Europa cuando esa debería ser su vocación.

Así que tenemos un problema que debemos estudiar y que intensifica las reservas que se han manifestado últimamente sobre la visión de Europa. Hemos hablado de esto a lo largo de la mañana y volveremos a hacerlo dentro de unos días, con motivo de la cumbre organizada por la presidencia británica (...). También abordaremos este asunto en el primer Consejo Europeo bajo presidencia austriaca.

(...)

P.- Señor Presidente, una pregunta sobre Turquía. Pese al "no" de los franceses en el referendo, pese a los deseos de la UMP que se inclinaba más bien por una asociación privilegiada y pese a que su primer ministro afirmó rotundamente el pasado 2 de agosto que había que esperar, Francia ha decidido respaldar el inicio de las negociaciones para el ingreso de Turquía. ¿Podría explicarnos de dónde le viene esta determinación?

R.- No es Francia la que ha tomado esa decisión sino la Unión Europea, los veinticinco miembros. Además, la pregunta tendría que haber sido: ¿por qué son ustedes partidarios de Turquía en este asunto pese a las reservas que existen y que se manifiestan de diferentes maneras? Pues simplemente, porque creo que hay que pensar un poco en el futuro.

¿Qué significa realmente hablar de Europa? Fortalecidos por todo lo que nos ha enseñado la historia, jalonada por guerras y dramas, lo que queremos dejar a nuestros hijos es un espacio lo más amplio posible en el que estén realmente enraizadas la paz y la democracia, sobre todo porque, por regla general, la democracia es una condición fundamental para que haya paz. (...) También queremos que Europa sea fuerte pues está cada vez más enfrentada a grandes conjuntos que aparecen en el mundo como China, India, el continente sudamericano y, pronto, Rusia, que tienen fuerza de intervención suficiente para imponer sus puntos de vista absolutamente considerable. Si Europa quiere tener algo que decir, tendrá que tener el peso específico necesario dentro de veinte años, de cincuenta años, para hablar de tú a tú con esos grandes conjuntos y para poder defender ante ellos sus valores e intereses.

Si nos fijamos en Europa tal como está ahora, podemos caer en la tentación de pensar que estábamos muy bien cuando éramos solo seis. Pero esta posición no tiene ningún futuro ni ningún sentido, especialmente en términos de paz y democracia.

No podemos ser tan ciegos como para no ver que para lograr ese espacio de paz, de democracia y de potencia necesitamos la presencia de Turquía. En primer lugar, es totalmente legítimo que un pueblo que quiera asimilar nuestros valores pueda hacerlo. Aportaría una potencia considerable que daría a Europa la dimensión necesaria para existir en el mundo de mañana. Si por un cambio de humor irreflexivo o una reacción un tanto epidérmica se nos ocurre decir que no, que los turcos no son europeos así que, que se queden fuera, ¿quién nos asegura que, tal como evoluciona el mundo hoy en día, ese país no se gire hacia el integrismo? ¿Se dan cuenta del peligro que eso supondría?

El conjunto del mundo musulmán representa trescientos cincuenta millones de personas. No estamos hablando solo de Turquía. ¿Se dan cuenta de la responsabilidad que estaríamos asumiendo si dijésemos a los turcos que no hay nada que hacer, que no los queremos dentro? Además, ¿a santo de qué, en nombre de qué tradición humanista europea podríamos decir a un país que desea tener los mismo valores que nosotros, que no queremos saber nada de él?

Como es natural, no es Europa la que ingresa en Turquía sino al revés. Por eso Turquía tiene que hacer todos los esfuerzos necesarios para asimilar todos y cada uno de nuestros valores y principios. Es un esfuerzo considerable. Se trata de una enorme revolución cultural. pero es ella la que lo ha pedido. ¿Lo conseguirá? No puedo saberlo. Lo que sí sabemos sin lugar a dudas es que necesitará tiempo, mucho tiempo.

Estamos hablando de un mínimo de diez o quince años. Llevar a cabo esa revolución cultural en Turquía supondrá un grandísimo esfuerzo puesto que estamos hablando de un pueblo muy antiguo, con tradiciones y una cultura muy fuertes. ¿Lo conseguirá o no? No puedo decírselo. Yo espero que sí pero no estoy seguro. Creo, por tanto, que debemos tener la elegancia de negociar porque, además, nos conviene.

Me preguntarán entonces qué sucederá si no funciona. Si al final no funciona, veremos entonces qué podemos hacer para mantener una relación privilegiada, una relación fuerte con Turquía si ella todavía está interesada. Pero todo esto sucederá cuando haya finalizado la negociación y el proceso que hemos decidido llevar a cabo. Afirma usted que "los franceses no quieren" que Turquía ingrese en la UE, además de otros, da igual. ¿Pero cómo puede usted decir lo que los franceses querrán dentro de quince años? ¿En base a qué principios algunos se otorgan el derecho de hablar en nombre de nuestros hijos o nietos? Para asegurarme de que no habrá ningún problema, he decidido, modificando para ello la Constitución, que el eventual ingreso de Turquía en Europa, pues es de lo que se trata, será una decisión que tome, no el Parlamento, sino el pueblo mediante un referendo.

De este modo, los franceses serán quienes decidan suceda lo que suceda. (...) Los franceses tendrán la última palabra, como debe ser en un país democrático.

(...).





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