Alocución del Presidente de la República Jacques CHIRAC en opportunidad de la reunión dedicada a la Alianza de Civilizaciones.

ALOCUCIÓN DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
JACQUES CHIRAC
EN OPORTUNIDAD DE LA REUNIÓN DEDICADA
A LA ALIANZA DE CIVILIZACIONES.

Barcelona, 27 de noviembre de 2005

Señoras y Señores Jefes de Estado y de Gobierno,

En vísperas de la primera cumbre euromediterránea, nos encontramos reunidos en torno a un momento de reflexión sobre la Alianza de Civilizaciones. Me sumo con gusto a él porque, como señalé en la UNESCO tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, considero que es una urgencia de nuestra época.

Hay quienes creen deber profetizar un choque de civilizaciones, en el que se enfrentarían culturas y religiones. Es una postura que se nutre de todos los miedos. Rechacemos la trampa que nos tienden quienes quieren oponer a los seres humanos, a sus creencias y tradiciones; hagamos valer una voluntad política y moral: la de la razón y la tolerancia.

¿ Sobre qué principios podriamos establecer la Alianza a que nos invita estimado José Luis ? Por mi parte, considero que pueden ser cuatro.

El primero es la igual dignidad de todas las culturas, y su capacidad para enriquecerse con sus aportes mutuos. A este respecto, el proceso de Barcelona es desde hace diez años un crisol insustituible de diálogo y encuentro.

El segundo es el reconocimiento de la diversidad cultural. La diversidad de culturas, idiomas, tradiciones, se ve amenazada por el efecto uniformizador de la mundialización. Es uno de los motivos del reflejo de defensa de la identidad que se manifiesta en el mundo contemporáneo. Con la reciente firma de la convención de la UNESCO, la defensa de la diversidad está inscrita en derecho internacional. Debemos dar vida a sus disposiciones reconociendo el derecho de cada país a llevar las políticas culturales que estime más adecuadas a su idiosincracia y recalcando que los bienes culturales no son mercancías.

El tercer principio es obviamente el respeto. Respeto del otro, aceptándolo con su diferencia, lo cual no es la actitud natural de las sociedades humanas. Respeto de sí, que supone a la vez la confianza en su propia identidad y la capacidad de mirar con lucidez el pasado. Respeto de los valores universales, que trascienden las experiencias históricas, a fin de afirmar los derechos imprescriptibles de cada uno.

Y, por último, la solidaridad. Las sociedades europeas están basadas en esa exigencia. Es el fruto de difíciles combates. A la hora de la mundialización, es decir en un mundo en que la información se difunde instantáneamente, esta exigencia es uno de los componentes indispensables de una auténtica Alianza, el garante de una verdadera igualdad entre seres humanos de todos los orígenes.

En un mundo turbado y confuso, la Alianza de Civilizaciones merece nuestro apoyo. Francia participará activamente en ella, porque, siendo conforme con el humanismo, es vector de paz y progreso.

Muchas gracias.





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