Discurso del Sr. Jacques CHIRAC, Presidente de la República de Francia con motivo de la clausura de la conferencia de embajadores.

DISCURSO DEL SR. JACQUES CHIRAC
PRESIDENTE DE LA REPUBLICA DE FRANCIA

CON MOTIVO DE LA CLAUSURA
DE LA CONFERENCIA DE EMBAJADORES
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PALACIO DEL ELÍSEO
VIERNES 27 DE AGOSTO DE 2004


Señor Primer Ministro,
Señor Presidente del Senado,
Señor Presidente de la Asamblea Nacional,
Señor Ministro de Asuntos Exteriores,
Señoras y señores Ministros,
Señoras y señores Parlamentarios,
Excelentísimas señoras y excelentísimos señores Embajadores:

Para mí es naturalmente un placer recibirles en el Elíseo para clausurar la conferencia de embajadores que se llevó a cabo bajo la dirección de Michel BARNIER y los miembros del Gobierno que lo acompañan en su misión.

Aquí mismo, el año pasado, evocaba yo las mutaciones de un mundo en busca de nuevos equilibrios, nuevas perspectivas. Durante estos últimos meses se ha superado cierto número de etapas importantes.

En Europa, la ampliación, que fue nuestra ambición y nuestro horizonte desde la caída del comunismo, ya es un hecho. Con el acuerdo sobre el Tratado Constitucional, esta Europa reunificada ha salido, así lo espero, con buen pie. Y digo que así lo espero porque nos corresponderá que suceda de esta manera.

En el Medio Oriente, la votación unánime de la resolución 1546, por parte del Consejo de Seguridad, permitió restaurar la soberanía de Iraq y abrió las puertas para el retorno de las Naciones Unidas. Esto no es más que el principio de un largo camino caracterizado, día tras día, por la dificultad y las vicisitudes. Pero, por lo menos, a final de cuentas, ya hemos empezado a recorrerlo.

Frente a las amenazas del terrorismo y la proliferación de armas de destrucción masiva, se ha iniciado un trabajo intenso de larga duración. Ya hemos elaborado, en el marco de los tratados existentes, instrumentos más eficaces en las Naciones Unidas, en el G8 y entre los europeos.

Dentro de unas semanas se celebrarán las elecciones estadounidenses. Francia, aliada y amiga por siempre de Estados Unidos, está convencida de que, mañana como hoy, una asociación estratégica transatlántica dinámica y equilibrada es indispensable para responder a los desafíos que tenemos en común.

Al mismo tiempo, el renacimiento de Rusia, el de China, y también el de la India, Brasil, México o Sudáfrica, o incluso el de numerosos grupos de países en proceso de integración regional, confirman la realidad naciente de un mundo multipolar. Nos corresponde colectivamente inventar las reglas del juego de este mundo, en el marco del sistema multilateral basado en la Carta de las Naciones Unidas, que es nuestra ley común.

La defensa de nuestros intereses, la defensa de una visión fundamentada en los valores de la República debe incitarnos a adaptar constantemente nuestro marco de análisis y de acción a esta nueva situación. Para trazar, más allá de la ampliación, el futuro del proyecto europeo. Para responder a las amenazas que gravitan sobre nuestra seguridad. Para promover una globalización más democrática, más justa y más humana. Para servir a la proyección y al dinamismo de nuestro país y de sus ciudadanos, apoyar su voluntad de emprender, de innovar y de crear. A esto los quiero invitar hoy, a ustedes que son los vectores esenciales de la influencia de Francia en el exterior.
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Hace casi un siglo, la ruptura del equilibrio continental precipitaba nuestras naciones, y con ellas el mundo, hacia una espiral trágica de enfrentamientos y de divisiones. Toda la historia de la construcción europea ha tenido como objetivo superar esta lógica de rivalidades y de guerras, y afianzar y consolidar la paz y la democracia en nuestro continente. No lo olvidemos jamás: este es el objetivo número uno de la construcción europea. Lo demás sólo es el resultado de ello. La adhesión de los países de Europa Central y Oriental marca el logro de este renacimiento. Europa recuperada y reconciliada debe mirar ahora con confianza hacia nuevos horizontes.

La adopción de una Constitución, cuya idea seguramente recuerdan que había yo lanzado ante el Bundestag en junio de 2000, sienta las bases de una Europa más democrática, más eficaz y más fuerte. Es el resultado de los esfuerzos de todos, y en particular de la determinación del binomio franco-alemán, binomio insustituible por su legitimidad histórica y su capacidad de convocatoria.

Para nuestro futuro y el de nuestros hijos, pediré el año próximo a todas las francesas y a todos los franceses que se reúnan para expresar, por referéndum, su adhesión a este nuevo proyecto para Europa.

Una Europa, que espero sea capaz de hacer que se escuche su voz en el escenario internacional y que asuma sus responsabilidades, incluso en el ámbito militar, y esto en el marco de la Política Europea de Seguridad y de Defensa o de la OTAN.

Una Europa que debe estar a la cabeza de la competición económica mundial y gozar de un crecimiento tan fuerte como el de las otras regiones del mundo. Lo cual evidentemente no sucede en la actualidad. Una Europa que debe fortalecer su modelo social, el cual se basa en la justicia y la solidaridad y que es ejemplar a escala internacional.

Una Europa dotada de una política comercial común y de una moneda única que establezca finalmente los elementos de una verdadera gobernabilidad económica. Fortalezcamos la coordinación de las políticas económicas y presupuestarias entre los países miembros de la zona Euro. Inspirémonos en el ejemplo de Estados Unidos para construir un diálogo abierto y constructivo, entre los gobiernos y el Banco Central Europeo, y esto para definir y conducir la estrategia económica de Europa, al servicio del crecimiento y del empleo.

También ya es tiempo de que Europa, bajo el impulso de la próxima Comisión, ponga en marcha una política industrial y científica más dinámica para luchar en igualdad de condiciones en el escenario económico mundial. Dotemos, a la Europa ampliada, de infraestructuras que garantizarán su cohesión. Tengamos una política europea de la competencia que tome verdaderamente en cuenta las realidades de la competición internacional. Apoyemos con decisión la creación de campeones industriales europeos. Tenemos todas las bazas en Europa y todos los talentos para lograr el éxito.

Siguiendo la iniciativa tomada en febrero pasado con Alemania y Gran Bretaña, invirtamos masivamente en la investigación y la innovación. Desarrollemos grandes proyectos científicos. Juntos, los europeos pueden abarcar todos los ámbitos: sector espacial, nanotecnologías, medio ambiente, biotecnología, investigación médica, y otras más. Coloquémonos en primera fila en materia de energías del futuro y llevemos a cabo, en particular, el proyecto ITER en Europa: en Cadarache las cosas comenzaron bastante bien pero debemos tener siempre presente esta preocupación. Organicemos la emergencia de polos universitarios de alto nivel, atractivos para los estudiantes y los investigadores del mundo entero.

La Europa del mañana corresponde también a las solidaridades financieras con los nuevos Estados miembros. Por lo pronto, la adhesión ya provoca en ellos un mayor dinamismo y su recuperación contribuye al crecimiento de toda Europa. Pero este esfuerzo de solidaridad deberá inscribirse en un marco presupuestario controlado y riguroso, con una distribución equitativa de las responsabilidades financieras que refleje perfectamente las realidades de la Europa de hoy y no las de la Europa de ayer.

Aquellos que se vean beneficiados con estas nuevas solidaridades deben, en contrapartida, asumir la parte de responsabilidad que les corresponde. Esta es la condición de una competencia equitativa en el seno del mercado interno, en particular para las normas fiscales, sociales y ambientales.

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La cuestión de la extensión geográfica del proyecto europeo se plantea hoy día. Esta extensión es coherente con nuestro objetivo que – insisto – consiste en consolidar y afianzar la paz y la democracia en nuestro continente. No solamente en una parte de nuestro continente, sino en todo el conjunto de nuestro continente en el sentido político del término. Bulgaria y Rumania deberían formar parte de la Unión en 2007. Las negociaciones de adhesión comenzarán con Croacia, a principios de 2005. Se han abierto posibilidades de negociación con los otros países de los Balcanes occidentales. El Consejo Europeo se pronunciará en diciembre sobre la posible apertura de negociaciones con Turquía. La Unión está fundada en valores políticos, en valores democráticos que se imponen a todos. Si Turquía cumple efectivamente con todos los requisitos, entonces las discusiones podrán iniciarse normalmente. De cualquier forma, habrá que tomar todo el tiempo necesario – será, todos así lo entienden, largo y difícil – para permitir a este país que comparta el acervo de la Unión. Pero en el mundo del mañana, el interés de la Unión, como el de Turquía, consiste evidentemente en avanzar por un mismo camino, incluso si el trazado de éste es largo.
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Con los países limítrofes de la Unión, se debe buscar activamente la construcción de relaciones de vecindad más densas.

Con Rusia ante todo, a la que nos vincula una asociación estratégica, pues este gran país, en plena renovación, tiene la vocación de formar por sí solo uno de los polos del mundo del mañana. Francia apoya por supuesto al Presidente PUTIN en sus esfuerzos de reforma y en su voluntad de afianzar a una Rusia fuerte en el terreno de la democracia. Con este espíritu de amistad y de confianza el Canciller SCHROEDER y yo mismo nos reuniremos dentro de unos días en Sotchi con el Presidente PUTIN.

Esta política ambiciosa de vecindad debe desarrollarse también en dirección de países de la ribera sur del Mediterráneo, en la perspectiva de una mayor asociación con Europa, todo ello en una visión pacífica y democrática del mundo que le ha faltado durante largo tiempo. Deseo que Francia aproveche la oportunidad del décimo aniversario del proceso de Barcelona en 2005 para proponer nuevos avances. Nos corresponde hacerlo, pues nosotros iniciamos este movimiento.

A nuestras puertas, Marruecos, Argelia y Túnez se esfuerzan, con valor y determinación, por responder a las aspiraciones de una juventud numerosa, ávida de aprender y de emprender, impaciente de poner la fuerza de su entusiasmo al servicio del progreso económico y social. Europa debe ayudarles a asumir este desafío, con un espíritu de solidaridad y de generosidad. Necesitamos, en nuestras fronteras del sur, un bloque magrebí unido y estable, que constituya para sus poblaciones un espacio de democracia, de libertad y de prosperidad. Este es el objetivo. Alentemos a los cinco países del Magreb en la puesta en marcha del proceso de integración regional que han iniciado, a pesar de las dificultades que ello implica. Ayudémosles en sus esfuerzos de desarrollo, poniendo en marcha efectivamente, las cooperaciones reforzadas cuyo principio fue establecido en Nápoles el pasado mes de diciembre. Nuestras relaciones con el Magreb siguen siendo más que nunca una prioridad política y estratégica de nuestra acción en el exterior.

Francia, por lo que a ella respecta, está unida a estos países por lazos bilaterales de una densidad excepcional. Francia renovó profundamente su alianza estratégica con Marruecos y apoyó con fuerza el proceso de modernización y de desarrollo de Túnez. La firma en 2005 de un Tratado de Amistad con Argelia sentará las bases de una relación fuerte y ambiciosa, orientada hacia el futuro.
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Excelentísimas señoras y excelentísimos señores Embajadores:

La reconciliación y la integración regional que Europa ha sabido llevar a buen término pueden inspirar esperanza a todos los pueblos a quienes aflige todavía la fatalidad de la historia.

En el Cercano Oriente, en primer lugar. ¿Cuánto tiempo seguirá aceptando el mundo esta tragedia que destruye vidas y pueblos, que perjudica el desarrollo y la estabilidad de una región esencial para la seguridad de todos, que abre un abismo de incomprensión y de resentimiento entre las culturas, las civilizaciones, las religiones?

Es indispensable que la comunidad internacional asuma sus responsabilidades. Que constate los resultados desastrosos de su inacción y se libere de sus falsas prudencias. Que diga finalmente y sin ambages que el terrorismo y la negación del otro son condenables y deben ser denunciados y combatidos sin flaqueza; pero que la invasión y la colonización son también inaceptables y deben terminar. Que rechace finalmente la política de las condiciones previas, que le hace el juego a los extremistas y a los terroristas. Que se haga finalmente el eco de aquellos que, tanto en Israel como en el mundo árabe, se esfuerzan por hacer escuchar, en medio de tanto estruendo, la voz de la razón y de la paz.

Los términos de una solución justa y duradera son conocidos. Camp David, Taba, Beirut, Ginebra, definieron los límites. Ahora es preciso avanzar, pues la paz es posible. El mundo ya no puede esperar la buena disposición de unos u otros.

La creación, a partir de 2005, de un Estado de Palestina soberano, democrático y viable, que viva al lado de Israel en la paz y la seguridad, sigue siendo nuestro objetivo. Para lograrlo, debemos alentar, incluso imponer, la reactivación de un proceso de negociación entre las partes. El retiro anunciado de Gaza sólo puede concebirse como una etapa en la aplicación de la Hoja de Ruta. Para que este proceso tenga todas las oportunidades de lograrse, es indispensable una presencia internacional. Francia y Europa están dispuestas a contribuir a ello.

Finalmente, en la perspectiva de una paz justa y duradera, debemos relanzar, de forma paralela, una solución con respecto a las partes siria y libanesa del conflicto.

Francia, como ustedes lo saben, concede una gran importancia al respeto de la independencia y de la plena soberanía de Líbano. La próxima elección, por un periodo de seis años, de un nuevo Presidente – y esto de acuerdo con la Constitución actual – debe permitir garantizar la libre decisión, el libre ejercicio de la democracia. Esta elección debe marcar un nuevo inicio para la puesta en marcha de las indispensables reformas estructurales económicas y administrativas previstas por la Conferencia de París 2. La consolidación de la armonía nacional y la restauración de la confianza dependen de ello. Confianza de los libaneses en ellos mismos, en sus instituciones democráticas y en su porvenir. Y confianza también de la Unión Europea y de la comunidad internacional en un Líbano capaz de llevar de manera soberana su empresa de renovación y de modernización.

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En Iraq, la devolución de la soberanía al gobierno de transición de acuerdo con la resolución 1546, nos lleva hacia el mismo objetivo: el establecimiento de un poder democráticamente elegido y el retorno a la paz civil en un Iraq unido.

Francia, que ha apoyado la restauración de un Iraq soberano, plenamente integrado en su entorno regional, quiere acompañarlo, por supuesto, en su restablecimiento. En la perspectiva de las elecciones previstas a principios de 2005, Francia está abierta al diálogo con las autoridades iraquíes para abordar cualquier tema: la capacitación de sus fuerzas de seguridad, la deuda, así como para todo asunto relacionado con la reconstrucción y el bienestar del pueblo iraquí. Con esta idea recibiré a principios del mes de septiembre al Presidente iraquí.

En Afganistán, la comunidad internacional debe trabajar para el éxito de las elecciones presidenciales que han sido previstas para el mes de octubre. Se trata de una etapa indispensable del renacimiento de este país. Más allá, el gobierno que salga de las urnas deberá llevar a cabo una acción determinada contra la droga, con el apoyo de todos. Francia seguirá asumiendo toda la responsabilidad que le corresponde en el esfuerzo de reconstrucción, en particular en el plano militar.

Africa, con la Unión Africana y el NEPAD [Nueva Asociación por el Desarrollo de Africa], está tomando su destino entre sus manos. Francia la acompaña en este camino. Trabajamos con nuestros amigos británicos en la preparación de la próxima cumbre del G8 que hará del apoyo a este continente una prioridad.

La paz es evidentemente una condición previa para el éxito de estos esfuerzos por el desarrollo. Las Naciones Unidas se comprometieron con decisión al lado de Africa para ayudarla a superar las crisis que la afectan. Francia se ha movilizado, enviando a miles de hombres para ayudar a la reconciliación y a la restauración de la seguridad, aportando su apoyo político y su asistencia humanitaria, aumentando y modernizando su ayuda pública al desarrollo.

Este compromiso sólo dará sus frutos si Africa misma se organiza para poner fin a las políticas agresivas y al uso de la violencia. Los progresos logrados en la constitución de fuerzas africanas de mantenimiento de la paz son esperanzadoras, al igual que el compromiso decidido de los Jefes de Estado africanos en los procesos de diálogo y reconciliación.

Ante los riesgos de empantanamiento, hay que proseguir los esfuerzos e intensificarlos. En Costa de Marfil, donde las partes deben respetar con buena fe los Acuerdos de Marcoussis, es preciso aplicar de inmediato todos los compromisos adoptados el mes pasado en Accra. En Darfur, donde la gravedad de la catástrofe humana justifica una movilización enérgica de la ayuda internacional, Francia seguirá participando activamente para hacerla llegar. Francia apoya los esfuerzos de la Unión Africana para facilitar una solución política a esta crisis. Pero in situ la inseguridad persiste, lo cual hace más necesaria que nunca la aplicación íntegra de las medidas previstas por la Resolución 1556. En la República Democrática del Congo, el proceso de transición sigue expuesto a diversas tentativas de desestabilización internas y externas y constituye la única solución duradera a la crisis.

Con la evaluación por el grupo de homólogos, esta lógica de responsabilización se extiende al análisis de estrategias de desarrollo y de establecimiento del estado de derecho. Reitero el compromiso en el cual se basa la asociación estratégica entre la comunidad internacional y el NEPAD, un compromiso de solidaridad y de confianza en Africa: ningún país que aplique buenas políticas debe ver mermados sus esfuerzos por la escasez de recursos. Este deberá ser el leitmotiv de la reunión del Foro de esta asociación estratégica, el próximo otoño, en Estados Unidos.
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Más allá de las crisis regionales, amenazas globales como el terrorismo y la proliferación de armas de destrucción masiva alimentan la inquietud y la tensión. Para reducirlas, la acción internacional se fortalece. Con la aplicación de la resolución 1540, de la Alianza Estratégica Global, de la Iniciativa de Seguridad contra la Proliferación y de la estrategia europea. Con la conferencia del nuevo análisis del TNP y la negociación a partir de ahora y hasta el año próximo de reglas multilaterales más estrictas para el control de la diseminación de tecnologías peligrosas. En este marco, se debe garantizar el más extremo rigor en los mecanismos de control, con todos los medios necesarios. Sin embargo, a los países que respeten estos regímenes, no se les debe obstaculizar en sus decisiones, en especial en sus decisiones de política energética porque es la condición misma de su desarrollo.

Con Irán, deseamos que el diálogo conducido por Francia, Alemania y el Reino Unido, en estrecha conexión con Rusia, Estados Unidos y nuestros socios europeos, se mantenga. El próximo periodo de sesiones del Consejo de Gobernadores de la AIEA [Agencia Internacional de la Energía Atómica] permitirá hacer un balance de los esfuerzos iniciados hace cerca de un año. Irán tiene que comprender imperativamente que le corresponde crear las condiciones para ganarse la confianza de la comunidad internacional, en especial respetando los compromisos que asumió en materia de suspensión de enriquecimiento en el ámbito nuclear. El restablecimiento de la confianza debe, de forma paralela, acompañarse con la cooperación que necesita este país para su desarrollo.

Con respecto a Corea del Norte, Francia apoya el proceso de negociación. Negociación de los seis que se lleva a cabo bajo los auspicios de China, y que debe conducir al desmantelamiento completo, verificable e irreversible de su programa nuclear militar.

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Excelentísimas señoras y excelentísimos señores Embajadores:

La globalización es el resultado de decisiones económicas y políticas bien afianzadas en nuestra convicción de que la libertad y la apertura sirven a la prosperidad y al progreso. Para ponerla al servicio del hombre y no al contrario, seguimos esta acción de control y de humanización de la globalización.

En la parte medular de este esfuerzo seguirá permaneciendo, en el futuro, el sistema de las Naciones Unidas, cuya reforma indispensable debe permitir el fortalecimiento de la legitimidad y la eficacia. Dentro de unas semanas, el grupo de alto nivel constituido por el Secretario General dará sus conclusiones. Francia por su parte sigue comprometida en pro de la ampliación del Consejo de Seguridad en las dos categorías de miembros permanentes y no permanentes. Francia desea asimismo que esta reforma permita fortalecer la gobernabilidad económica y social de la globalización

Por ello propuse en Monterrey la creación de un órgano político. Esta idea va progresando. Sin esperar su plena realización, debemos avanzar: la integración actual del G8 ya no refleja completamente, y esto es evidente, la realidad económica del mundo. Deseo que el debate se inicie sobre su evolución. Para tomar en cuenta la voz de los grandes países emergentes, y también la de cierto número de países en desarrollo. Para articular mejor los trabajos con los de los foros multilaterales pertinentes. Para que sea la representación anticipada de lo que será el órgano de impulso y coordinación que mencioné anteriormente.

La globalización plantea el problema social a escala mundial. Si bien permite a cientos de millones de mujeres y de hombres el acceso progresivo a la prosperidad, cerca de la mitad de la humanidad sigue todavía en una situación en extremo precaria. El mundo moderno, en su carrera desenfrenada por la competitividad, se hace de la vista gorda ante prácticas intolerables, como la esclavitud o la explotación de los niños, fundamentalmente contrarias al respeto más evidente de los derechos humanos.

Para continuar la reflexión sobre las cuestiones del desarrollo, viajaré a Nueva York, el próximo 20 de septiembre, por invitación del Presidente LULA y del Director General de la Oficina Internacional del Trabajo, para hacer propuestas sobre las evoluciones necesarias.

Evoluciones sociales: deseo que reactivemos los esfuerzos encaminados a definir el marco social mínimo de la internacionalización de los intercambios, lo cual supone el fortalecimiento del sistema internacional de responsabilidad social de las empresas, ya se trate de compromisos voluntarios de las empresas mismas o de las obligaciones de los Estados al respecto.

Evoluciones financieras: el desarrollo necesita recursos. El informe que me entregó el Grupo de Trabajo sobre la financiación de los objetivos de desarrollo del Milenio, abre perspectivas a la vez generosas y económicamente realistas. Al mismo tiempo que aumentamos nuestra ayuda pública al desarrollo, pondremos estas reflexiones sobre la mesa con vistas a las decisiones que el periodo extraordinario de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas deberá tomar, en 2005, para garantizar el respeto, por parte de la comunidad internacional, de los compromisos a los que se ha comprometido. Pues carece de realismo la pretensión de que los cumpliremos en la situación actual.

Evoluciones del medio ambiente: frente a la crisis ecológica, a las profundas perturbaciones climatológicas, al empobrecimiento de la biodiversidad, apenas si tenemos, sin lugar a dudas, una generación para reaccionar. La ratificación de Rusia del Protocolo de Kioto abriría el camino a su vigencia. Estoy convencido de que sabrá tomar esta decisión. Más allá, debemos intensificar la reflexión sobre las próximas etapas de la lucha contra el cambio climático. Debemos fortalecer los órganos relativos a la gobernabilidad a escala mundial del medio ambiente. El grupo de Estados constituido por iniciativa de Francia para discutir sobre la creación de una Organización de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, entregará sus propuestas en 2005.

Sobre todos estos temas, vamos a trabajar en estrecha colaboración con el Reino Unido que asumirá, como ustedes saben, el año próximo, tanto la Presidencia de la Unión Europea como la del G8 durante una parte del año.
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Para considerar de manera diferente a la globalización, sepamos aunar los esfuerzos de las redes de solidaridad que nos unen a través del mundo. La Cumbre de la Francofonía en noviembre, en Ouagadougou, permitirá adoptar una estrategia común para el desarrollo sostenible y la realización de los Objetivos del Milenio. También permitirá a los francófonos confirmar su compromiso al servicio de la diversidad cultural y de la adopción de una convención por la UNESCO en 2005 al respecto. En ese momento, recordaré la importancia del régimen de excepción cultural de la OMC. Exhortaré a los países candidatos a dicha organización a que no renuncien a su libertad de establecer políticas públicas de apoyo a la creación cultural y artística y a preservar sus identidades, que es la condición misma del diálogo de las culturas.

El acuerdo logrado en la OMC en julio abre el camino para relanzar el ciclo de Doha. La determinación de la Unión Europea, en donde Francia, junto con el Consejo, desempeñó todo el papel que le corresponde, permitió una distribución más equitativa de los esfuerzos entre los principales actores del comercio mundial en el ámbito agrícola. Las negociaciones que se efectuarán ahora sobre esta base deberán alcanzar un resultado ambicioso y equilibrado, en todos los ámbitos, al servicio del crecimiento mundial y del desarrollo.
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Excelentísimas señoras y excelentísimos señores Embajadores:

Una Francia escuchada, respetada, presente en el mundo, es una Francia más segura de su futuro y del bienestar de sus habitantes.

Millones de empleos, el futuro de la economía francesa, dependen de nuestras exportaciones, de la competitividad internacional de nuestras empresas que inscriben de ahora en adelante sus estrategias de desarrollo y de inversión en un horizonte europeo y mundial.

Este elemento positivo, lo debemos valorar definitivamente aún más. Ustedes, que son actores esenciales de la presencia internacional de Francia, tienen una especial y a la vez gran responsabilidad al respecto.

Las empresas franceses se encuentran en primera línea de la competición mundial en numerosos ámbitos. Sin embargo, no estamos aprovechando suficientemente el potencial de numerosos países, pues nuestras exportaciones se centran todavía demasiado en nuestros mercados europeos tradicionales.

Espero que sean ustedes personalmente los interlocutores de las empresas francesas, y en especial de las PYMES, para ayudarlas a identificar las oportunidades y acompañarlas en sus proyectos. Espero en particular de parte de aquellas y aquellos de ustedes que representan a Francia en los países emergentes de Asia, América Latina y Africa, un compromiso total para favorecer ahí el desarrollo de las exportaciones y de las inversiones francesas. Espero también de su parte una labor de promoción de nuestro país ante los inversionistas extranjeros.

Dentro de una semanas viajaré a Vietnam, con motivo de la Cumbre ASEM [Europa–Asia], en mi segunda visita oficial a este país. Viajaré después a China para lanzar el año de Francia y poner en marcha la alianza estratégica que nos une a este polo de gran importancia en el siglo XXI. En estos dos viajes, me acompañarán numerosos empresarios, y tengo la intención de imponer o de tratar de imponer la imagen de una Francia, al respecto, dinámica y agresiva en el mejor sentido del término.

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La economía mundial se basa cada vez más en el conocimiento. La capacidad de innovación constituye en este aspecto una ventaja comparativa decisiva. Nuestras universidades, nuestras “Grandes Escuelas” y nuestros centros de investigación deben intensificar sus actividades internacionales. Espero de su parte un apoyo a ese esfuerzo, de la misma manera que hacen vivir el interés por nuestra cultura y nuestro idioma.
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Excelentísimas señoras y excelentísimos señores Embajadores:

Son ustedes, bajo la autoridad del Ministre de Asuntos Exteriores, los servidores de Francia, de su ambición, de su influencia, de su proyección al exterior.

En este momento de apertura mundial, en el cual la frontera desaparece entre la acción interior y exterior, el mantenimiento de una red diplomática mundial no es ni una sobrevivencia ni un lujo. Es un elemento capital. Por ello, velo por que la credibilidad y la eficacia de nuestra acción exterior se ratifiquen. Nuestro instrumento diplomático debe disponer de los medios necesarios para cumplir sus misiones.

Nuestra red es un factor insustituible de influencia, pues una Francia que mantiene los ojos abiertos al mundo y está presente en todos los continentes, tiene un mayor peso en Europa.

Por ello espero de su parte que lleven a todos los rincones del mundo, incluso en condiciones a veces difíciles, que conozco, el mensaje de Francia: un mensaje de paz, de humanismo y de progreso.

Más allá de la diversidad de sus misiones y de los países a los que han sido asignados, preparan ustedes el futuro de nuestro país y de cada uno de sus ciudadanos. Un futuro que Francia, en el corazón de una Europa unida y fuerte, mira con confianza.

Gracias.





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