XIème Conférence des ambassadeurs ( page 3/3 )

Discurso del excelentísimo Señor Jacques Chirac Presidente de la República Francesacon motivo de la Conferencia de los Embajadores la Conferencia de los Embajadores (Palacio del Elíseo Viernes 29 de agosto de 2003)

Palais de l'Elysée - vendredi 29 août 2003

Señor Primer Ministro,
Señor Presidente del Senado,
Señor Ministro de Asuntos Exteriores,
Señoras y señores Ministros,
Señoras y señores Parlamentarios,
Señoras y señores Embajadores:

Señor Primer Ministro,

Señor Presidente del Senado,

Señor Ministro de Asuntos Exteriores,

Señoras y señores Ministros,

Señoras y señores Parlamentarios,

Señoras y señores Embajadores:

Me es sumamente grato recibirlos en el Palacio del Elíseo para clausurar la Conferencia de los Embajadores desarrollada en torno a Dominique de VILLEPIN y los ministros delegados y secretario de Estado que lo asistieron en su misión.

Hace un año, en este mismo lugar, había expresado mi convicción de que Francia, más fuerte y más unida, tenía capacidad para actuar sobre los cambios que afectan al mundo y a nuestras sociedades. De hecho, al defender, junto a la gran mayoría de los pueblos y de los países del mundo, una cierta visión de las relaciones internacionales, Francia se mostró fiel a su vocación: la de un país decidido a afirmar los valores universales en los que cree y que constituyen el fundamento del Pacto republicano; la de un país moderno, creativo y con un profundo apego por su sistema de solidaridad; la de un país resuelto a poner en marcha las reformas necesarias con el fin de reactivar un crecimiento fuerte y duradero para seguir formando parte del grupo que encabeza la economía mundial.

Con este ánimo quisiera confirmar ante Ustedes hoy día las ambiciones que asigno a nuestra acción exterior: reafirmar la primacía del derecho en el orden internacional; alcanzar el éxito de la unificación de Europa; fortalecer la paz y la seguridad; lograr que la mundialización sea más democrática y más solidaria.

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Tras la desaparición del imperio soviético y después de la Guerra del Golfo, la comunidad internacional compartía la esperanza de un mundo pacífico en el que los Estados aceptarían libremente que la fuerza se sujetase al derecho.

En realidad, se abría una nueva página extremadamente compleja. Una vez liberados de las presiones del orden bipolar, ciertos movimientos motivados por las más brutales ideologías reanudaron la violencia y la guerra. La lista de lugares de enfrentamiento y teatros de nuevas tragedias es larga.

La comunidad internacional se negó a aceptar esta fatalidad. A pesar de las dificultades, las Naciones Unidas quisieron forjar un sistema de seguridad colectiva eficaz. En Kuwait, en ex Yugoslavia, en Camboya, en Timor Oriental y en otras partes del mundo, su compromiso marcó el acceso a un orden o a un principio de orden internacional fundado en el derecho y el uso controlado de la fuerza.

Más tarde sucedió la tragedia del 11 de septiembre. Ante tal fanatismo, tal cinismo y tal deseo de destrucción, ¿cómo hubiese podido el mundo evitar la reacción ?

En las Naciones Unidas, en la Alianza Atlántica, en el seno de la Unión Europea, todos asumieron sus responsabilidades. La ONU autorizó de inmediato a Estados Unidos a recurrir a la fuerza contra aquellos que habían cometido o hecho posible este acto inefable, permitiendo de esta manera una réplica legítima y la constitución de una gran coalición contra el terrorismo.

Esta reacción unánime ha de servirnos de ejemplo e inspirar nuestra reflexión sobre el orden internacional. Defender una democracia planetaria, resistir a la tentación del unilateralismo, construir una relación armoniosa y equilibrada entre grandes conjuntos regionales, no es un sueño ni una utopía. Es un proyecto político coherente y adaptado a los desafíos del mundo actual.

Nuestro enfoque con respecto a Irak correspondía a esta convicción. Para que dicho país respetara sus obligaciones y renunciara a las armas de destrucción masiva, ningún instrumento de acción colectiva era más eficaz y más legítimo que las inspecciones internacionales desarrolladas bajo la autoridad del Consejo de Seguridad y por lo tanto aprobadas por el conjunto de la comunidad internacional.

Las naciones modernas se construyeron sobre la base de la democracia y el Estado de Derecho. Dichos valores habrán de fundar asimismo el orden internacional. Estados Unidos fue la primera nación que lo afirmó. Fue necesario superar dos conflictos mundiales para que dicha convicción llevase al establecimiento de la ONU. Hoy, corresponde a las democracias lograr que esta visión del mundo se convierta en realidad.

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Al interior de un proyecto como éste, el papel que habrá de desempeñar una Europa fuerte y unida es naturalmente esencial. El éxito de la unificación de nuestro continente reviste al respecto una extrema importancia.

En un año, Europa vivió una metamorfosis. El pasado mes de abril en Atenas, celebramos la ampliación de la Unión y, al mismo tiempo, el arraigo de la democracia y de la paz en el conjunto o en la mayor parte de nuestro continente. Se unieron a nosotros diez nuevos países. Cuatrocientos cincuenta millones de ciudadanos se encuentran reunidos en el proyecto de integración por vía pacífica más amplio que se haya emprendido nunca antes en el mundo.

En Tesalónica, gracias a la Convención e impulsada por el Presidente Valéry GISCARD d’ESTAING, Europa se reunió en torno a un nuevo proyecto fundador. Un proyecto de Constitución que responde a los objetivos que nos habíamos fijado: democracia, transparencia, eficacia y credibilidad en la escena internacional.

Este proyecto respeta las identidades nacionales y asimismo el equilibrio entre las instituciones europeas, reforzando –lo que era absolutamente necesario - cada una de ellas a la vez. En él se preve la instauración de una Presidencia estable del Consejo Europeo y se propone la creación del cargo de ministro europeo de Asuntos Exteriores. Como saben, éstos constituyen dos avances en los cuales Francia estaba particularmente interesada.

Ambicioso y realista, el texto de la Convención habrá de constituir la base de los trabajos de la Conferencia Intergubernamental que los Jefes de Estado y de Gobierno inaugurarán el próximo mes de octubre en Roma.

Esta Europa recuperada lleva en su seno grandes esperanzas a pesar de las dificultades que deberá por supuesto superar. Gracias a las reglas del mercado interior y a las políticas comunes cuyo iniciador y garante es la Comisión, el continente entero se convierte en un espacio de libertad y de crecimiento.

Sin embargo, para Francia, Europa representa un designio mayor, un proyecto político en el cual cada quien habrá de poder orientarse, a su ritmo, movilizados todos alrededor de un propósito común: forjar una auténtica identidad europea, e instrumentar una capacidad de acción reconocida y respetada como tal en el mundo

Ciertos países quieren avanzar más rápido e ir más lejos. Quieren emprender —basándose en el modelo del Euro o de Schengen— nuevas cooperaciones dentro de aquello que he denominado grupos pioneros. Alemania y Francia mantienen una relación singular y fundadora que se reafirmó claramente con motivo del cuadragésimo aniversario del Tratado del Elíseo. Ambas tienen la vocación de constituir el núcleo mismo de dichos grupos pioneros, plenamente respetuosos –esto es evidente- del acervo comunitario y, naturalmente, abiertos a todas aquéllas y todos aquellos que quieran modelar con ellas las nuevas dimensiones del espacio europeo.

En continuidad con la Cumbre de Saint-Malo y del Consejo Europeo de Colonia, alemanes, belgas, luxemburgueses y franceses presentaron a los otros países miembros de la Unión sus propuestas para una "Unión Europea de Seguridad y de Defensa".

Se trata de permitir que Europa goce de credibilidad. Esta ambición supone mayores capacidades militares. Francia toma en consideración esta exigencia en su Ley de programación militar, tal como lo hizo por otra parte el Reino Unido. Los británicos, con quienes nos comprometimos en operaciones en Macedonia, en Ituri y mañana en Bosnia, habrán de desempeñar un papel esencial en la construcción de la Europa de la Defensa. Éste es el ánimo con el cual quisiera preparar el centenario de la "Entente Cordial" el año próximo.

Al respecto quisiera disipar cualquier malentendido. El vínculo transatlántico, la colaboración entre Europa y Estados Unidos, nuestro primer aliado, constituyen un elemento fundamental de la seguridad del mundo. Una Europa más fuerte es, primordialmente una Alianza Atlántica más fuerte. Crear una rivalidad entre la Unión Europea y la OTAN carece de sentido alguno. La Alianza evoluciona para adaptarse a nuevas misiones y a nuevos desafíos. En la Cumbre de Estambul que tendrá lugar el año próximo, reafirmaré la voluntad de Francia para participar plenamente en dichas adaptaciones, como lo demuestra nuestro compromiso en la Fuerza de Reacción de la OTAN que se lanzó en Praga el año pasado.

Una Europa digna de crédito en la escena internacional, es finalmente una Europa capaz de establecer relaciones estrechas y abundantes con los otros polos del mundo. China, la India, Japón, América Latina, la ASEAN –para citar sólo algunos de ellos— evalúan su colaboración con Europa tomando como referencia los progresos de la integración europea. Francia quiere contribuir a esta dinámica e intensificar su implicación mediante un diálogo más estrecho y una presencia más activa en dichos países y regiones.

Éste es en particular el caso de Rusia que, al optar por las reformas, decidió inscribir su porvenir al interior de una colaboración privilegiada con la Unión Europea. Durante la Cumbre de San Petersburgo, resolvimos crear espacios comunes que fomentarán los intercambios y favorecerán el establecimiento de relaciones humanas más estrechas y abundantes entre Europa y Rusia. Francia debe situarse en primera posición para asegurar su instauración.

Francia desea fomentar por todas partes el fortalecimiento de la integración y de las solidaridades regionales, las cuales constituyen una fuente de paz y de prosperidad para las diversas poblaciones. En las distintas regiones del mundo en que se encuentra presente, Francia busca favorecer la cooperación de sus colectividades de ultramar con las organizaciones regionales existentes. En particular, éste fue el mensaje que quise transmitir durante la reunión informal Francia-Oceanía que se desarrolló en Papeete el pasado 28 de julio.

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Señoras y señores Embajadores, consolidar la paz y la seguridad implica en primer lugar responder a una de las más graves amenazas de nuestros días: la proliferación de armas de destrucción masiva. Ciertos países violan sus compromisos internacionales e intentan imponer el hecho consumado. Al proceder de tal manera, confiando en la división de la comunidad internacional, cometen un error.

De Corea del Norte esperamos que proceda al desmantelamiento total, verificable e irreversible de su programa nuclear militar. Francia desea que el proceso de discusión que se encuentra en curso, gracias a los esfuerzos de China, permita crear condiciones favorables para una solución de conjunto de la cuestión norcoreana.

La política nuclear de Irán genera también preocupaciones graves. Para restablecer la confianza, dicho país habrá de demostrar toda la transparencia necesaria. De él esperamos en particular que firme y aplique sin condición y sin demora alguna un acuerdo de garantías reforzadas con el OIEA. Deseamos que las intenciones que las autoridades iraníes expresaron al respecto se concreticen realmente en los hechos.

El respeto estricto de los compromisos internacionales constituye la condición indispensable para el diálogo y la cooperación orientados al acceso a la energía nuclear civil.

En la lucha contra la proliferación de armas de destrucción masiva, la fuerza de la comunidad internacional será mayor mientras más unida esté alrededor de objetivos comunes. Con esta finalidad, propongo que los responsables de los países miembros del Consejo de Seguridad discutan próximamente las diversas iniciativas emprendidas en contextos tales como el G8, la Unión Europea, la iniciativa de Seguridad y Proliferación. Podrían organizar una reunión en la cumbre con el fin de llegar a un verdadero Plan de Acción de las Naciones Unidas contra la proliferación.

La multiplicación de atentados nos recuerda asimismo que estamos lejos de haber logrado la victoria contra el terrorismo. En Nueva York, el 22 de septiembre próximo, presentaré las prioridades de Francia en dicho ámbito.

Más allá de las indispensables acciones de prevención y de represión, la lucha contra la amenaza terrorista nos exige combatir asimismo los males de los que se alimentan las ideologías extremistas. Los conflictos regionales no resueltos avivan las frustraciones y las injusticias, y sirven también de pretexto a los terroristas.

En Oriente Próximo, la reanudación de los atentados y la violencia están a punto de arrancar la esperanza surgida a partir de la publicación de la Hoja de Ruta. No permitamos que desaparezca de nuevo. Con Estados Unidos, cuyo compromiso quiero saludar aquí, debemos hacer todo lo necesario para preservar y acompañar un proceso que día tras día, por desgracia, demuestra su fragilidad.

La paz entre israelíes y palestinos es primordialmente responsabilidad de las partes mismas que han de mostrarse capaces de controlar su destino. Los palestinos han de comprender que continuar con atentados terroristas no es compatible con el cumplimiento de su legítima aspiración a disponer de un Estado. Los israelíes han de comprender que la ocupación y la aplicación de una lógica exclusivamente securitaria actúan en contra de su legítima exigencia de seguridad.

Sin embargo, la paz entre israelíes y palestinos nos incumbe asimismo a todos. Ante las fuerzas obscuras que se ensañan en obstaculizarla, la comunidad internacional habrá de oponer su determinación y su cohesión. Las circunstancias nos obligan a actuar con rapidez. Por ello formulamos un llamado para que se celebre lo antes posible la conferencia internacional prevista por la Hoja de Ruta; éste es igualmente el motivo por el cual solicitamos que se establezca sin demora alguna el mecanismo internacional encargado de la supervisión de su aplicación y al cual la Unión Europea desea poder contribuir activamente.

Desde luego, Siria y Líbano no pueden permanecer al margen de un proceso que debe ser y que solamente puede ser global. Toda la región necesita paz y dicha paz sólo será duradera si cada uno de los pueblos implicados participa plenamente.

Por lo que se refiere a Irak, los recientes desarrollos nos confirman la complejidad y la inmensidad de la tarea. Sin embargo, de ello depende el porvenir de los iraquíes, la seguridad y la estabilidad de la región, y nuestra capacidad colectiva para tratar las crisis que amenazan la paz. Frente al riesgo de caos, la adopción de un enfoque basado en la seguridad resulta necesaria, pero no será evidentemente suficiente. La respuesta ha de ser en primer lugar política. La transferencia del poder y de la soberanía a los propios iraquíes constituye la única opción realista. Habrá de ponerse en marcha cuanto antes, en el marco de un proceso al cual sólo las Naciones Unidas se encuentran en condiciones de otorgar su plena legitimidad, con el respaldo de los países de la región. Una vez establecido este contexto, la comunidad internacional podrá proporcionar una contribución eficaz e íntegra a la reconstrucción del país, de una manera que habrá de definirse con los mismos iraquíes.

Quisiera en esta oportunidad rendir homenaje al personal de las Naciones Unidas, tan dramáticamente afectado por un odioso atentado y quisiera saludar en este marco la memoria de Sergio VIEIRA de MELLO, ese hombre excepcional.

Por encima de lo anterior, esta parte del mundo debe captar toda nuestra atención. Crisol de grandes culturas y de prestigiosas civilizaciones, esta región duda y se busca. Las crisis interiores o internacionales alimentan un trastorno profundo entre poblaciones frecuentemente nostálgicas, insatisfechas de su fortuna e inquietas por su porvenir.

Nuestros destinos están ligados. Nada podría ser peor que dejar que este vasto conjunto, tan pleno de energías y talentos, se definiese no con nosotros sino contra nosotros. Hemos de estar a su lado para ayudarle a superar los desafíos con los cuales se ve confrontado, para ayudarle a que brinde a su juventud otras perspectivas, las del desarrollo y la democracia, de la modernidad y de la apertura hacia el mundo.

Éste es el sentido de los viajes que realicé a Magreb este año. Nuestra relación con Argelia, inscrita en la historia, la geografía y el corazón de los hombres, vive una reestructuración que ahora nos permite abordar juntos el futuro. Este otoño voy a ir a Marruecos y a Túnez, dos países con los que Francia mantiene relaciones excepcionales. Como en el caso de Argel, llevaré un mensaje de confianza y de solidaridad. Solidaridad de Francia, mas asimismo de la Unión Europea que habrá de establecer con sus vecinos del Sur una colaboración reforzada. Reafirmaré nuestra convicción con respecto a que un Magreb unido y estrechamente vinculado a Europa, brindaría a los hombres y a las mujeres de esta región el marco más favorable para su desarrollo y su plena expresión. Una vez más, quiero reiterarlo con firmeza, el Mediterráneo no debe separarnos sino constituir un nexo entre nosotros.

En Afganistán, 2004 será un año crucial para la consolidación de las instituciones y, por consiguiente, para el equilibrio de dicho país. Ya sea que se trate de la seguridad o de la reconstrucción, la comunidad internacional habrá de continuar la acción emprendida. Francia aportará su contribución, en particular a través de su participación en la Fuerza internacional.

Asimismo, situamos nuestros esfuerzos en favor de la paz en África bajo la égida de las Naciones Unidas. Cuando la violencia se impone –lo que ocurre, por desgracia, muy a menudo- Francia se niega a refugiarse en la indiferencia y la inacción. Este es el motivo por el cual se ha implicado tanto en la solución de las recientes crisis.

Lo hizo en Costa de Marfil, como respuesta a las peticiones de las autoridades legítimas y, con ello frenó las derivas armadas que amenazaban la unidad del país. El diálogo de las fuerzas políticas reunidas en Marcoussis sentó las bases de un acuerdo. Francia apoyó la mediación de los Jefes de Estado de la CEDEAO y la implicación del Consejo de Seguridad de la ONU. Mantiene un dispositivo importante como apoyo a la CEDEAO y con el contingente francés desplegado en el marco de la operación LICORNE. Proporciona su apoyo a la acción internacional emprendida en Liberia.

A petición del Secretario General de las Naciones Unidas, por los mismos motivos desplegamos una fuerza temporal en Bunia, en la República Democrática del Congo. Esta operación de la Unión Europea, la primera en su especie, abre nuevas perspectivas.

La acción de Francia en África se apoya en los principios consagrados por la propia Unión Africana: respeto de las autoridades regular y democráticamente establecidas, condena a toda toma de poder por la fuerza, rechazo de la violencia, respeto de las libertades públicas e intangibilidad de las fronteras. Francia busca sistemáticamente la acción concertada con las organizaciones internacionales y las instituciones africanas; ayuda a los africanos a construir sus propias capacidades de mantenimiento de la paz; y toma en consideración de la manera más amplia posible las aspiraciones de la juventud y de la sociedad civil africanas.

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Consolidar la paz también significa responder al desasosiego de aquellos que se sienten marginados por la mundialización.

Cada una a su manera, las naciones europeas construyeron un modelo democrático que procura conciliar el espíritu de solidaridad y de justicia social, la responsabilidad ecológica, el respeto de la diversidad y la eficacia económica para el crecimiento. Tenemos un gran apego a este modelo, aun cuando sea imperfecto.Y, por lo tanto, es natural que nuestro enfoque de la mundialización se inspire en él.

Queremos una mundialización que sea más democrática. Esto supone que todos los Estados se sientan parte integrante en la adopción de las decisiones que les atañen. El diálogo ampliado entablado en Evian entre dirigentes procedentes del mundo entero dio testimonio de nuestra capacidad para sentar las bases de una colaboración Norte-Sur. Este diálogo entre pares responsables es un primer paso hacia la creación de un foro político de alto nivel en el que pudieren abordarse globalmente los problemas económicos, sociales y medioambientales.

Queremos una mundialización más solidaria también. La lucha contra la pobreza en el mundo requiere compromisos recíprocos de los países pobres y de los países ricos. Con la NEPAD, esta dinámica de asociación demuestra su pertinencia para África. En Evian, elegimos inscribirla en una perspectiva a largo plazo y ampliarla a todos los grandes donantes de la OCDE. Al lanzar este otoño en París las labores de este nuevo Foro, haré un llamado para una movilización sin tregua del conjunto de los países que pueden hacerlo en favor del desarrollo de África.

La solidaridad implica asimismo un incremento en materia de financiación. La ayuda pública para el desarrollo presenta un aumento global desde hace poco tiempo y Francia respetará sus compromisos, sin embargo esto no será suficiente. Debemos ser imaginativos. Quisiera que las reuniones del FMI y del Banco Mundial en Dubai logren hacer progresar la propuesta de la Facilidad Financiera Internacional iniciada por el Reino Unido y sostenida activamente por Francia. Además, decidí constituir un grupo de trabajo pluridisciplinario que dentro de seis meses me presentará un informe referido a las perspectivas de imposición internacional para financiar el desarrollo duradero.

Por su parte, la reunión de Cancún deberá servir asimismo al desarrollo. Contrariamente a los prejuicios en boga, la dinámica de acción de la OMC es lo opuesto a un liberalismo salvaje y desenfrenado. Representa la aplicación de las normas de derecho a los crecientes intercambios. Se trata de la convicción optimista y, no obstante, realista de que la apertura y la libertad beneficiarán a las sociedades humanas a condición de que estén enmarcadas por leyes que protejan a los más vulnerables. El éxito de Cancún y de la Ronda de Doha constituirá efectivamente el éxito del desarrollo.

Todos habremos de abordar la llegada de este momento con un ánimo abierto y constructivo. Es precisamente lo que hizo la Unión Europea con el acuerdo relativo a la Política agrícola común concluido el pasado mes de junio. De nuestros grandes interlocutores esperamos el mismo espíritu de apertura con respecto a las cuestiones agrícolas, mas asimismo sobre otros temas tales como el acceso a los medicamentos, cuya solución parece precisarse.

Los países pobres necesitan un tratamiento particular. Junto a la Unión Europea, Francia había presentado una iniciativa comercial para África. En Evian, dimos un primer paso sobre los regímenes preferenciales y las materias primas. Es necesario mantener esta orientación. Nuestra propuesta sigue sobre la mesa ya que la considero vital para ofrecer a África, un continente desgraciadamente marginado, su parte en los intercambios internacionales.

Finalmente, ante las apremiantes amenazas, queremos una mundialización respetuosa del medio ambiente. Se requiere una autoridad mundial capaz de establecer un diagnóstico ecológico global, garantizar el respeto de los principios y de los tratados de protección del medio ambiente, y ayudar a los países en vías de desarrollo. Esta misión debería asignarse a una organización de las Naciones Unidas para el medio ambiente. Este otoño, Francia lanzará una campaña de explicación para reunir a los Estados que estén resueltos a lograr el avance de esta idea.

Gracias a la competitividad de sus empresas y al talento de sus hombres y de sus mujeres, Francia se beneficia de la mundialización. Mas este fenómeno provoca entre muchos de nuestros conciudadanos un sentimiento de desposeimiento e inquietud. Las discusiones que suscita ocupan un lugar creciente en nuestra vida pública y ahora el diálogo con la sociedad civil es naturalmente imperativo. Para reunir los conocimientos existentes y organizar mejor los debates sobre este tema, en particular con la sociedad civil, solicité al Primer Ministro que me plantee propuestas para la instauración de un observatorio francés de la mundialización.

Esta instancia, integrada por especialistas de las cuestiones económicas, sociales y culturales, de medio ambiente, tendría como cometido, contribuir, mediante sus análisis y sus reflexiones, al debate público tomando en consideración el conjunto de dimensiones de dicho fenómeno.

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Señoras y señores Embajadores:

Su misión evoluciona al compás de los cambios del mundo. Lejos de perder su significado, la profesión de embajador se renueva incesantemente.

En una época en que cada quien se encuentra en búsqueda de nuevas referencias, a Ustedes les corresponde explicar incansablemente a las sociedades en las que viven la visión de Francia, es decir la visión de un mundo multipolar, armonioso y solidario, la visión de una mundialización humanizada y controlada.

En un momento caracterizado por una competencia económica cada vez más intensa, su compromiso al lado de las empresas francesas habrá de ser constante, determinado, adicto. Espero que Ustedes sean sus mejores aliados.

Su misión resulta eminente cuando el diálogo de las culturas es más necesario que nunca. Representantes de un país heredero de los derechos humanos, portavoz de la francofonía, un país con vocación universalista mas sin embargo con un apasionado apego a la diversidad, Ustedes habrán de encarnar esta exigencia y esta tolerancia.

Al actuar en regiones en que la situación es en ocasiones difícil y muchas veces peligrosa, se les ha conferido igualmente la gran misión de asegurar que nuestros compatriotas gocen de seguridad y protección.

Esta profesión exigente y apasionante, Ustedes y los competentes equipos que les rodean la ejercen con devoción y entrega, ya lo sé. No olviden nunca la obra colectiva a la cual se encuentran asociados: la proyección de Francia, de un país prendado de libertad, de paz, de saber y de progreso.

Muchas gracias.





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